María Voce a 360 grados. Entrevista con la presidente del Movimiento de los Focolares sobre la actualidad eclesiástica, el pontificado del Papa Francisco, el rol de la mujer en la Iglesia y los movimientos
La actitud de un Papa no destruirá a la Iglesia. Francisco puede ser malinterpretado, pero su relación con los fieles jamás será falseada. Él propone una radicalidad evangélica y eso sacude conciencias. Las críticas son buenas, pero existe un límite: el respeto al pontífice. Muchas de esas críticas derivan de una falta de fe y, la mayoría, son temporales. Pasarán. Las mujeres que pretenden la ordenación sacerdotal a toda costa sufren una “enfermedad psicológica”. El mundo exige un mensaje serio, ante tanto vacío espiritual. Son definiciones de María Voce, presidente del Movimiento de los Focolares.
Abogada italiana, de trato afable y sonrisa perenne, Emaús (como la conocen sus compañeros) guía desde 2008 los destinos de uno de los movimientos católicos más numerosos del mundo. En entrevista con el Vatican Insider repasa los principales temas de la actualidad eclesial. Con realismo, pero siempre optimista.
El Papa Francisco ha convocado una gran reforma para la Iglesia, sobre todo espiritual, y ha indicado nuevas prioridades, ¿su mensaje los ha puesto en crisis?
«No es que nos haya puesto en crisis, porque nosotros inmediatamente encontramos con el Papa una gran sintonía, en todo lo que él ha hecho, en cada gesto y cada palabra que ha dicho nos sentimos profundamente interpretados. Seguramente el suyo es siempre un llamado a vida más evangélica, más sobria, más correspondiente a la del carisma que Chiara, Chiara Lubich, nos ha transmitido. Esto seguramente, en este sentido es una crisis positiva, es decir llamarnos continuamente a ser lo que debemos ser, a ser aquellos que el carisma nos pide ser, no una cosa nueva: aquella. Pero con más integralidad».
El rol de los movimientos en la Iglesia
En tiempos de Juan Pablo II, los movimientos eclesiales vivieron un boom pero también un deseo de hacer las cosas en grande. Francisco, en cambio, llama a lo esencial. ¿Llegó el momento de dejar las grandes manifestaciones y el triunfalismo? ¿Usted lo percibe así?
«Sí, sí, pero no me sorprende, me da gusto porque digo: quizás es el momento en el cual no es posible tanto extenderse sino ir en profundidad. Este ir más en profundidad, según yo, es el principio para ir a un nuevo tipo de extensión. El Papa nos empuja en esta dirección».
¿No es renunciar a la misión?
«Para nada, absolutamente. ¡Al contrario! Es una invitación a actuar de manera distinta».
Francisco apuesta mucho por los laicos en la Iglesia, pero también advierte contra la tendencia de ellos mismos a ser “clericalizados” o confundir su misión. ¿Cuán enraizadas están estas ciertas malas costumbres?
«Es una pregunta difícil. Yo siento que el Papa se preocupa mucho de las relaciones, cuando valora a los laicos no desvalora al clero, porque considera que la Iglesia está formada por los laicos y por el clero, pero cada uno respetando las funciones del otro. Me parece que, para él, es más importante que el laico sea laico, que no se vuelva el “factótum” en la Iglesia, y que el clero siga siendo clero, que sea verdaderamente pastor, ministro, que sirva al pueblo de Dios, pero que sea también capaz de dar al pueblo de Dios la posibilidad de sentirse Iglesia junto a ellos».
Parece que cuando el Papa habla por ejemplo del clero, quiere dar bastonazos a unos y justificar a otros. Usted asegura que no es así. ¿Por qué se da esa percepción, entonces?
«No lo sé. Pienso que es justo que los medios pongan el acento sobre lo que el Papa hace o dice, porque cada vez más es una autoridad que debe ser escuchada por todos. Lo que me parece un poco exagerado a veces, de parte de los medios, es ver estas cosas como una absoluta novedad. Este ver la historia de la Iglesia entre: eso antes se hacía así y ahora no se hace más así. Es verdad en un cierto sentido, hay cosas que no se hacen como antes, ¿pero por qué? Porque cambió la sociedad, cambió el recurso humano al cual la Iglesia debe servir. Por lo tanto, el Papa de hoy capta las necesidades y los desafíos de la humanidad de hoy. Me parece bien resaltarlo, pero también es justo decir que es un camino en la historia de la Iglesia».
Es exagerada esta ansia de discontinuidad…
«Esta ansia de novedad, de querer encontrar siempre una discontinuidad».
¿Esto puede falsear la imagen del Papa?
«Sí, sin duda».
¿Puede falsear también el mensaje o la imagen que llega del Papa a los fieles?
«Creo que la relación del Papa con los fieles no está falseada. Quizás pueda estar distorsionada en relación con los medios, o con las instituciones, pero Francisco sabe llegar al corazón de los fieles. Sabe saltar los obstáculos».
¿Puede que el Papa haya sido muchas veces malinterpretado?
«Ciertamente».
¿Perciben ustedes preocupación en personas que escuchan estos mensajes y se agitan, aunque después se dan cuenta que no necesariamente son verdaderos?
«Esto puede pasar. Pero yo no puedo decir que escuché preocupaciones entre la gente que frecuento hacia lo que el Papa hace o dice. Al contrario, he sentido siempre un gran aprecio, una apertura máxima hacia él».
Las críticas al Papa
La elección de Francisco ha provocado una sacudida en la Iglesia, ¿cómo la valora?
«Me parece que se trata de una sacudida de regreso a una Iglesia de los orígenes. En la Iglesia como institución, en el pueblo, se puede sentir este terremoto. Pero es saludable. Damos gracias a Dios por esta sacudida, salvo en algunos casos que evidentemente están demasiado enraizados en su situación como para estar listos para la novedad que existe y no se puede esconder. Pero es un retorno a los orígenes acorde el día de hoy. De ahí la novedad que puede dar miedo, incomodar».
¿Le sorprende esta incomodidad manifiesta en algunos sectores de la Iglesia?
«No me sorprende, pienso que es parte de este camino y que pasará. La historia dirá que hubo un período en el cual las novedades del Papa fueron debatidas, quizás a veces criticadas, pero que al final obtuvo aquello por lo cual impulsaba estas novedades. La historia juzgará positivamente».
Se habla demasiado de los críticos del Papa porque el disenso es noticia, ¿qué actitud cree que deberían tener los fieles de a pie ante este debate?
«El pueblo cristiano debe pensar que es Cristo quien lleva adelante la historia de la Iglesia, que por lo tanto no será la actitud de un Papa a destruir la Iglesia. Esto no es posible: Cristo no deja destruir la Iglesia ni siquiera a un Papa. Si Cristo lleva adelante su Iglesia, el Papa de hoy dará los pasos necesarios para ello. Si somos cristianos deberíamos razonar así».
Entonces, ¿las preocupaciones excesivas sobre las cosas temporales que hace el Papa pueden demostrar una cierta falta de fe?
«Sí, pienso que fundamentalmente derive de esto, de no estar radicados en la fe, seguros que Dios mandó a Cristo a fundar la Iglesia y que él cumplirá su plan a lo largo de la historia mediante personas que se podrán a su disposición. Esta es la fe necesaria para juzgar a cualquier persona y cualquier advenimiento, no sólo al Papa».
¿Se les da demasiada importancia a esas críticas?
«La función crítica de la humanidad existe y tampoco es errada, porque se debe saber valorar las situaciones. También con Benedicto XVI había muchos contrarios, y con Juan Pablo II».
¿Cuál es el límite a la crítica? La historia está llena de personas que acusan a los Papas de herejes, no es novedad, ¿cuál es la frontera de la libre opinión en la Iglesia?
«El respeto por el Papa. La fe en el magisterio. En la doctrina católica el magisterio tiene una importancia tan grande como la tradición y la revelación. Por lo tanto, hay que tener fe en esta gracia del magisterio para interpretar los signos de los tiempos y dar las respuestas adecuadas. Si años atrás alguien hubiese dicho que las personas en nueva unión pertenecen a la Iglesia, habría generado escándalo. Hoy sería un escándalo que no se diga esto, porque se diría: “El Papa limita la Iglesia sólo a aquellas personas que están correctamente casadas, buenas, que no van en contra de los sacramentos…”. Así como evoluciona la situación histórica de la sociedad, lógicamente evoluciona también la respuesta que, en la tradición de la Iglesia, el magisterio encuentra para estas nuevas heridas. Debemos estar seguros que el magisterio de la Iglesia no traiciona la revelación, sino que la interpreta aplicándola a las necesidades de hoy».
El rol de la mujer en la Iglesia
¿Cómo recibe la reflexión de Francisco sobre el rol de las mujeres en la Iglesia?
«Como decía antes el Papa destaca, sobre todo, las relaciones. Por lo tanto no eleva a la mujer para rebajar al hombre, los dos son importantes en la Iglesia porque lo son en el diseño de Dios. Rescatar esta complementariedad es lo que más le importa al Papa. De aquí el reconocer que sin el aporte del “genio femenino” en la Iglesia falta algo, como faltaría si no estuviese el “genio masculino”. Pero el “genio masculino” no falta, hasta ahora ha sido siempre preponderante en la Iglesia. Ha faltado el aporte del “genio femenino”, aunque nunca del todo porque siempre existieron consejeras de los Papas, pero no ha sido suficientemente valorizado, digamos».
A las santas parece que las cosas le costaban el doble, ¿también hoy es así?
«Sí, puede ser. Tener la paridad no es querer tener los mismos roles sino ver reconocida la misma dignidad de poder colaborar con los hombres. Mujeres, clero y non clero, laicos, todos, colaborar en la realización del plan de Dios para la Iglesia, un proyecto que es de conjunto, todos juntos».
Pero la opinión pública exige signos concretos, sin cargos parece que no existe valoración. ¿Cómo llegar a esa valoración sin afectar el diseño original de la Iglesia?
«También se necesitan los cargos, no digo que las mujeres no deban tener cargos para ser apreciadas».
Me refiero a la ordenación sacerdotal, usted sabe que existen grupos de mujeres que desde hace años trabajan sólo con ese objetivo…
«Se vuelve obsesivo. ¡Para mi es una enfermedad psicológica querer por fuerza ser ordenada sacerdote cuando eres una mujer!».
¿Ustedes hablan mucho de este tema?
«No mucho, lo vivimos simplemente. Por estatuto, en el Movimiento la presidente será siempre una mujer. Así fue aprobado por la Iglesia. Pero en el Movimiento existen también muchos hombres que hacen su parte junto a esta presidente mujer. En todas las responsabilidades la autoridad reside siempre en la relación entre un hombre y una mujer. Ciertamente es una mujer que manifiesta la unidad del Movimiento entero, que evidencia la importancia del perfil mariano en la Iglesia. No solo por el aspecto de la benevolencia, sino por el carácter generativo que es peculiar de la mujer y que debe trasvasar en la Iglesia, sin sofocar al hombre. La madre a menudo prefiere a los hijos varones porque existe complementariedad entre los sexos, y ellos no se sienten sofocados por ella, sino valorizados. Así debería ser en la Iglesia, que un sexo valoriza al otro, uno y otro la sirven».
La actualidad del Movimiento de los Focolares
¿Cuál es el estado de salud del Movimiento de los Focolares?
«Podría decir: “¡Está bien, gracias!”. Aunque esto es cierto, también resiente una cierta crisis, digamos. Una especie de cansancio después de un tiempo, el darse cuenta que las personas que lo comenzaron ya no son jóvenes y que si bien un recambio generacional existe, no es suficiente desde el punto de vista numérico. Esto no afecta la profundad del Movimiento, la expansión de su espiritualidad continua y la encontramos allí donde ni siquiera lo imaginábamos. Vemos que, no obstante las dificultades y los conflictos que se afrontan en el mundo, las personas del Movimiento, más allá de posibles divergencias de opiniones, hacen de todo para permanecer unidas en el amor y en el respeto recíproco, en una unidad profunda, auténtica, fundada en la fe en Dios y en la fraternidad que su paternidad nos regala. Esto es lo más importante».
¿Cuáles son los desafíos que identifica por delante?
«Lo más importante es continuar caminando con fidelidad a ese carisma que Chiara (Lubich, la fundadora) nos dejó. Es un carisma de unidad como respuesta a las divisiones del mundo. Estas no son las mismas que en 1943, por eso es fundamental encarnar ese carisma y convertirlo en respuesta concreta a las necesidades de la sociedad y de la Iglesia. Pensamos que en el futuro habrá un gran desarrollo de los diálogos en todos los niveles, no sólo ecuménico e interreligioso, sino también del diálogo con la cultura y entre las generaciones».
¿Hacia qué zonas del mundo piensan enfocar sus esfuerzos?
«En este momento, por primera vez, estamos haciendo una “geopolítica” de nuestro movimiento. Tratamos de identificar los lugares donde existe una gran necesidad de fraternidad, como Medio Oriente, aunque no solo. El Papa convocó un Sínodo sobre la Amazonia, allí en Brasil estamos llevando adelante un proyecto de evangelización para los pueblos en torno al río. También pensamos en India, Asia entera nos interpela mucho. La presencia puede ser estable o temporal».
Los desafíos del mundo de hoy
Mientras la Iglesia sigue proponiendo su mensaje, el mundo va en otra dirección. Los fieles, inmersos en esa realidad, parecen terminar cayendo en una especie de “doble vida”. ¿Cómo afrontar esta paradoja?
«Este es un gran problema. Los valores antes estaban mucho más difundidos porque se conocían en la familia, en la parroquia y ahora ya no se oyen. Me parece que exista un gran vacío en la humanidad, un vacío de sentido, y esto se ve en los resultados: la violencia que aumenta, los suicidios, los jóvenes que se abandonan a vicios antes desconocidos».
Un panorama sombrío…
«Me gusta ver esto como una oportunidad en lugar de una dificultad, este vacío reclama un mensaje serio. Los cristianos debemos estar atentos en el tomar en serio este vacío y dar un mensaje vivido, no tanto de palabra. Por desgracia, a veces parece que hay que negociar, ¿por qué? Para mantener el puesto, para hacer carrera... No son motivos de cristianos, por tanto que no se negocie. La radicalidad evangélica, a la cual llama continuamente el Papa, es un mensaje claro que hoy puede tener el máximo impacto en un mundo que no tiene ningún mensaje claro para dar, sólo el vacío. Ante esta falta de sentido, quien tenga un mensaje claro y lo sepa transmitir con una integridad de vida, tiene una buenísima posibilidad de encontrar un terreno fecundo. Quiero ver este vacío como un tiempo que Dios nos da para decir: “¡Cristianos, despierten!”. No es el mensaje cristiano el que ya no vale, son los cristianos que no vivimos su mensaje auténticamente y, por lo tanto, debemos convertirnos. Creo que sea una llamada a la conversión».