Desarrollo humano y social
Videgaray, el nuevo Canciller mexicano
05 enero Por: Daniel Ramírez Ortiz
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Luis Videgaray Caso es el tercer Canciller mexicano en el turbulento sexenio del Presidente Peña. Es claro que no fue designado para conducir la política exterior de México en lo general, de eso se encargará la estructura burocrática de la SRE de aquí a final de sexenio. El tan cuestionado político fue designado con el propósito fundamental de conducir la agenda de política exterior más importante de México, la relación con los Estados Unidos. La razón fundamental de ello es que es el único funcionario mexicano con una vía de interlocución probada con el equipo de D. Trump.

Es de todo sabido que Videgaray es un hombre de extensa confianza del presidente de la República, y que abordar de manera inteligente la relación con D. Trump, puede ser una de las últimas cartas que le quedan al Presidente Peña para evitar que sus niveles de aceptación caigan a un barranco más profundo del que ya se encuentran.

A diferencia de Claudia Ruiz M. quien fue una Canciller desplazada y marginada por el Presidente en la conducción de la política exterior de México ante el proceso electoral estadounidense, la relación de Videgaray y el Presidente será a todas luces una de complementación. Al parecer, el Canciller será el pivote para la conducción de la relación bilateral. ¿Qué tipo de implicaciones y escenarios podrá generar ello para la relación con los EEUU?

En primer lugar, si el nuevo secretario de relaciones exteriores se consolida como el principal pivote para la conducción de la relación con los Estados Unidos, habrá un cambio organizacional importante en la forma en la que tradicionalmente el estado mexicano gestiona la relación con su vecino del norte. Desde hace décadas la relación bilateral entre Estados Unidos y México ha corrido  a través de canales comparmentalizados en los que ni la SRE ni la Secretaría de Estado, controlan en su mayor parte la compleja relación. Han sido diversas agencias gubernamentales de uno y otro lado de la frontera las que gestionan los esquemas de cooperación bilaterales y las estrategias para la resolución de problemas. Las cuestiones de seguridad han sido gestionadas por las Secretarías de Gobernación y Defensa, y las cuestiones económicas y comerciales por la de Economía.  

En este aspecto, puede ser que Videgaray funja como un coordinador de facto de las dependencias mexicanas responsables de temas bilaterales sensibles y altere de forma importante el esquema de negociación prevaleciente con los Estados Unidos, en los que cada uno de los puntos de la agenda bilateral se aborda por separado. Será interesante observar que tanto el tener un Canciller que concentre un poder de decisión sobre los diversos temas de una relación tan compleja, pueda representar una ventana de oportunidad ante una representación estadounidense fragmentada en diversas burocracias y ante un presidente Trump que ha mostrado un estilo de política de transacción, en la que da concesiones a cambio de beneficios palpables que le den réditos electorales.

 

En segundo lugar, es evidente que los connacionales en EEUU seguirán enfrentando un contexto hostil y discriminatorio en diversos puntos de la Unión Americana, sin dejar de mencionar las amenazas de deportaciones masivas que Trump ha esgrimido. En este aspecto la SRE, presupuestalmente hablando, es una de las dependencias de gobierno más pequeñas y  más olvidadas. Hay elementos que sugieren que la red consular mexicana no cuenta con los recursos humanos y financieros suficientes para afrontar el reto de la oleada antimexicana. En este aspecto, el nuevo Canciller con su capacidad de influencia política dentro del Poder Ejecutivo mexicano, tendrá  una obligación ineludible, si es que hay algo de verdadero en las palabras del Plan Nacional de Desarrollo con respecto a la responsabilidad de México de proteger a sus nacionales allende las fronteras.

En tercer lugar, en el nivel discursivo, esperaría ver a un Canciller comprometido en  contrarrestar la narrativa demagógica trumpista que posiciona a México como culpable de los problemas que Estados Unidos enfrenta y que denomina a la relación bilateral como un juego de suma cero. Por ejemplo, no entiendo porque ante el manejo mediático que se le dio a la decisión de Ford de no construir su planta en San Luis Potosí, de parte del gobierno mexicano, no se haya atacado mediáticamente la cuestionable afirmación de que la empresa tomó la decisión únicamente por órdenes de Trump y no por cuestiones de imagen y de su esquema de negocios; o que la estructura regional de producción de muchas industrias en América del Norte, hacen que sea demasiado costoso e inviable que Trump cumpla al pie de la letra su doctrina proteccionista.

Me parece que es necesario meter las manos en un combate mediático y de percepciones en el que Trump incluirá a México en todo lo que dure su presidencia, sobre todo si se toma en cuenta la sobrerreacción de los mercados ante los titulares escandalosos. Durante las campañas el ejecutivo mexicano ante la demagogia de Trump  puso en práctica la posición de escuchar y callar (o de responder tímidamente). En el periodo de Trump como presidente electo, la respuesta mexicana ha sido la misma. Posiblemente esa será la tónica en los años que restan, ojalá me equivoque.

 

En fin, es tanto lo que hay en juego que a pesar de lo cuestionable del personaje, se vuelve necesario observar y analizar su quehacer como secretario de relaciones exteriores. 

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