Detalles curiosos del proceso eclesiástico que llevó a la canonización este domingo de Cristóbal, Antonio y Juan, los niños mártires de Tlaxcala
Cristóbal, Antonio y Juan, los niños mártires de Tlaxcala, se convirtieron este domingo en santos gracias a un proceso eclesiástico extraordinario que reconoció su virtudes cristianas sin cumplir con los requisitos de un milagro y de las reliquias de sus restos. Durante una misa de canonización en la Plaza de San Pedro, ante una nutrida delegación de fieles mexicanos, el Papa elevó al honor de los altares a estos pequeños indígenas que se convirtieron en emblema de la evangelización del “nuevo mundo”.
Pero en el rito hubo algunos detalles fuera de protocolo. Nadie presentó ante el altar las reliquias de los nuevos santos, ni tampoco pasó a saludar al pontífice ningún “milagrado”, como se le conoce a quienes reciben algún hecho extraordinario o una curación inexplicable por intercesión de un beato. Al momento de las ofrendas pasaron a saludar tres adolescentes tlaxcaltecas, vestidos muy similar a la imagen de los indígenas.
Es que los niños mártires llegaron a la santidad gracias a un proceso especial, y el interés directo del Papa quien, para su consagración, estuvo de acuerdo en considerar como elemento determinante la extendida y continuada devoción popular de la que gozan en tierras mexicanas.
“Se considera una canonización extraordinaria porque la norma es que se necesita presentar ante la Congregación para las Causas de los Santos un posible milagro para que el beato pueda ser reconocido como santo”, explicó fray Luis Martín Martínez Muñoz, vicepostulador general de la Orden de los Frailes Menores.
En entrevista con el Vatican Insider señaló que, tiempo atrás, la Conferencia del Episcopado Mexicano elevó una petición al Vaticano con una lista de razones por las cuales se considera que los niños mártires han propiciado “un bien pastoral” para la Iglesia y la sociedad en México. “El Papa dio su beneplácito a conceder que se exceptúe este milagro. El Papa lo puede hacer, lo ve prudente, ve la importancia pastoral para la Iglesia y para la sociedad, y así lo decide”, añadió.
De gran veneración popular en el centro de México, la historia de estos niños no ha estado exenta de polémicas. Sus vidas paralelas se convirtieron en emblema de los primeros años de la evangelización y conquista del llamado “nuevo mundo”.
Por un lado se encuentra Cristóbal, hijo y heredero del cacique Acxotecatl de Atlihuetzia, quien asiste a la escuela de los franciscanos y, ya convertido, cuestiona con insistencia a su padre por sus vicios hasta que este lo mata arrojándolo a una hoguera en 1527, cuando tenía 13 años. Por el otro Antonio y Juan, originarios de Tizatlán, quienes mueren en Cuauhtinchán, Puebla, en 1529 tras ser atacados por algunos lugareños mientras recogían los ídolos de barro.
El 6 de mayo de 1990, Juan Pablo II los declaró beatos en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe de la Ciudad de México. En 2012, durante su visita a Guanajuato, Benedicto XVI los propuso como modelos de vida cristiana para todos los infantes del país.
Jorge Iván Gómez Gómez, vicario general de la diócesis de Tlaxcala, reconoció la existencia de “muchos cuestionamientos” sobre ellos, “desde el punto de vista histórico”, entre otras cosas porque no se tienen identificados los lugares exactos de sus sepulturas. Este es el motivo principal de la inexistencia de una reliquia “de primer grado”, es decir un trozo de hueso o alguna parte de su cuerpo. En la Iglesia católica existe una tradición antiquísima de venerar las reliquias.
“Si bien existen unos estudios y hay adelantadas algunas hipótesis, no se sabe con precisión dónde pudieran estar los cuerpos de estos niños”, reconoció el vicario. Tampoco se encuentran disponibles reliquias de segundo grado, consistentes en vestimentas u objetos de los pequeños. “Sin embargo trajimos una reliquia de tercer grado que se trata de una extracción de tierra de Atlihuetzia, donde fue martirizado Cristóbal, y de Cuauhtinchán, en, donde fueron martirizados Antonio y Juan”, abundó Gómez.
Pero estas reliquias no fueron entregadas en la canonización, como es costumbre, sino que serán presentadas al cardenal prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Angelo Amato, para que las bendiga y se intentará obtener también una bendición del Papa.
Francisco Moreno Barrón, actual arzobispo de Tijuana, fue durante años pastor de Tlaxcala y el principal impulsor del proceso de canonización. En Roma, con un dejo de satisfacción, aseguró que ellos siempre fueron santos porque “el pueblo de la Iglesia” los invocó como tales durante siglos.
“Ahora el Papa ha tomado su decisión tras el cuidadoso y paciente estudio histórico, teológico, pastoral, sobre la vida de estos pequeños, con más de 84 documentos históricos que hablan de ellos, muchas pinturas y, sobre todo, el testimonio de su martirio”, advirtió, también en entrevista. Con esas palabras, y señalando a la religiosidad popular, el clérigo respondió indirectamente a quienes cuestionan la veracidad de los mártires.
Sobre el mensaje que Francisco desea dar al reconocer como santos a Cristóbal, Antonio y Juan, el arzobispo Moreno Barrón precisó que el pontífice está dejando “muy claro que se debe valorar, cuidar y promover a los niños en todo el mundo de manera integral”. Y afirmó: “También a los indígenas, para rescatarlos en su dignidad y darles el lugar que les corresponde en las comunidades, porque ellos con su fe, sus tradiciones y costumbres dan identidad a nuestros pueblos”.
Texto originalmente publicado en: www.lastampa.it