La semana pasada hablamos, en este espacio, de una de las ocurrencias más populares en nuestros días: la de eliminar totalmente la figura de los mal llamados diputados “plurinominales”. Ya dijimos que lo que es plurinominal es el sistema de representación, no el diputado, y que esta representación proporcional está muy extendida en el mundo de las democracias consolidadas. Hablaremos ahora del financiamiento a los partidos políticos y de la propuesta de que estos transfieran una parte o la totalidad de sus dineros a los damnificados por los eventos telúricos del mes pasado.
El hecho de que un partido político de ofrecer dinero para las personas afectadas por los sismos, aun cuando sea a través de comités de personas respetables, es un despropósito, ya que los ciudadanos identificarían al partido donante, lo que nos llevaría a un clientelismo electoral tras una máscara de solidaridad. MORENA, además, propuso reducir los tiempos de precampañas y campañas, lo que según ellos reduciría los costos del proceso electoral. Eso sonaría bien, si no fuera porque con esta propuesta buscan sacar ventaja frente a otros partidos, al tener MORENA como candidato a la Presidencia a alguien que lleva ya dos años en campaña.
Pero el monopolio de la estulticia no lo tiene MORENA: el Frente Ciudadano y el PRI, a su vez, han propuesto eliminar totalmente los recursos públicos para los partidos. Esto es sumamente peligroso, pues la tentación de aceptar el financiamiento “bajo la mesa” de empresas privadas, de personas individuales o incluso de la delincuencia organizada sería muy grande. Ejemplos de ello ya han surgido en otros países, como Brasil o Guatemala, con pésimas consecuencias. Lo que debería estudiarse es la manera de reducir el financiamiento público, pero sin eliminarlo totalmente, tomando en cuenta que la burocracia en el aparato administrativo de los partidos ha crecido de manera descontrolada, devorando cantidades enormes de dinero.
Al igual que en el caso de la idea de eliminar la figura del legislador de representación proporcional, la propuesta de eliminar el financiamiento para los partidos va en contra de lo que ocurre en las democracias occidentales, pues la mayor parte de los países financia en mayor o menor medida a los partidos y regulan las donaciones de parte de empresarios. En América Latina, casi todos los países tienen mecanismos mixtos de financiamiento (por parte de actores públicos y privados). En el mundo actual es imposible que un partido político se nutra exclusivamente de las aportaciones de sus militantes; además, si alguien da más dinero, estará seguramente esperando algo a cambio, pues en la política nada es gratis y nadie da desinteresadamente: quien dé dinero buscará algún cargo o puesto político a cambio, o buscará que le devuelvan el favor cuando llegue al poder la persona o el grupo a quien haya apoyado. Un caso extremo es el de la Asociación Nacional del Rifle, en Estados Unidos, que financia con grandes cantidades muchas campañas políticas. Su influencia en la toma de decisiones es innegable.
Ciertamente, el financiamiento público no elimina el peligro de la influencia del gran capital privado, pero ayuda a atemperarlo. El financiamiento público no es la solución ideal y tiene algunos problemas; pero es necesario conservarlo, aunque debemos luchar porque no sea exagerado o exorbitante. En lugar de buscar todo o nada, deberíamos buscar un justo medio; esto, lo reconocemos, es algo que le cuesta trabajo a la cultura política mexicana.
Según cálculos de Leo Zuckermann, en los últimos 11 años el financiamiento público a los partidos creció en un 26%, mientras la economía lo hizo a un 18% en términos reales. Esto es desproporcionado. Pero si tomamos en cuenta que ahora los partidos ya no pagan la propaganda en radio y televisión, el aumento, según el mismo autor, sería del 94%. Es por eso que la propuesta de Zuckermann me parece excelente: volver a los niveles de 2006, cuando los partidos compitieron con fuerza y nadie se quejó de falta de dinero. Para llegar a ello, bastaría con reducir en un 50% el financiamiento actual. Esto sería buscar un término medio que nos salvara de la plutocracia y a la vez de la demagogia.
Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Dirección de Posgrados en Ciencias Sociales
Grupo de Investigación en Ciencias Sociales (INCISO-UPAEP)