Horrorizados. Y desorientados. Es la primera reacción al conocer, de cerca, los crímenes que se urden, se organizan y se concretan a través de internet. Fenómenos «extremadamente peligrosos» que se propagan a velocidades vertiginosas. Pornografía extrema, acoso, extorsión sexual. O peores, como la prostitución y el tráfico de personas. El Papa pidió no cerrar los ojos ante estos flagelos y mirar la realidad. Lo hizo ante expertos de todo el mundo, reunidos por primera vez en una universidad pontificia. Los urgió a movilizarse, con «ternura» pero con «gran determinación», para defender a los niños de lo más oscuro del mundo digital
En Europa casi 18 millones de niños han sido víctimas de abusos sexuales en el 2013 y, según la Interpol, en el 2016 se verificó la existencia de un promedio de cinco casos diarios de abusos online. Muchos estudios han identificado la tasa de abuso sexual infantil en porcentajes que oscilan entre el 7 y el 36 % en niñas o entre el 3 y el 29 % en niños. Cifras escalofriantes, aportadas por Ernesto Caffo, fundador y presidente de la organización italiana Telefono Azzurro (Teléfono azul).
Él fue uno de los especialistas convocados al congreso Dignidad de los menores en el mundo digital, organizado por la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma. Del 3 al 6 de octubre, en esa casa de estudios jesuita se reunieron no solo los estudiosos del fenómeno de los abusos, sino también representantes de los colosos de internet: Microsoft, Facebook y Google.
Todos los participantes coincidieron en una cosa: ninguna institución puede afrontar sola el enorme desafío de proteger a los menores en la realidad infinita que es la red de redes. Eso mismo dijo el Papa en el discurso con el que clausuró el congreso. Al recibir a los participantes en el Vaticano, instó a «tener los ojos abiertos» y «no ocultar una verdad desagradable que nadie quisiera ver». Y plasmó una frase dramática para la Iglesia: «¿No hemos entendido demasiado bien en estos años que ocultar la realidad del abuso sexual es un gravísimo error y fuente de tantos males?».
«Estamos desorientados»
Francisco describió claramente los «fenómenos peligrosos» que se dilatan en la web: las «imágenes pornográficas cada vez más extremas», producto de adicciones incontrolables; el sexting, intercambio de fotos íntimas entre chicos y chicas; la intimidación o acoso escolar, que «representa una auténtica violencia moral y física contra la dignidad de los demás jóvenes»; la sextortion, extorsiones mutuas con material semipornográfico, o la captación de menores con fines sexuales a través de la red.
Además, disparó contra los «crímenes más graves y estremecedores» que se organizan online, como el tráfico de personas, la prostitución, incluso la preparación y la visión en directo de violaciones y violencia contra menores cometidos en otras partes del mundo. «La red tiene su lado oscuro y regiones oscuras (la darknet) donde el mal consigue actuar y expandirse de manera siempre nueva y cada vez con más eficacia, extensión y capilaridad», apuntó.
«Ante todo esto ciertamente nos quedamos horrorizados. Pero lamentablemente estamos también desorientados», constató el Pontífice, que exhortó a no dejarse dominar por el miedo, «que es siempre un mal consejero», ni tampoco a paralizarse por el «sentimiento de impotencia», que oprime frente a la dificultad de la tarea.
Al contrario, insistió en la urgencia de movilizarse, sabiendo con claridad que todas las instituciones de la sociedad se necesitan mutuamente para encontrar respuestas eficaces. Porque nadie en el mundo, ni ninguna autoridad nacional, se siente capaz de abarcar y controlar las dimensiones de estos fenómenos, que se entrelazan y se conectan con otros problemas dramáticos relacionados con la red, como el tráfico ilegal, el crimen económico y financiero o el terrorismo internacional.
Para el Papa es posible limitar la técnica, orientarla y colocarla al servicio de un tipo de progreso más sano, más humano, más social e integral. Aunque muchos adultos sienten estar fuera de juego ante la veloz evolución de la tecnología, indefensos frente a las jóvenes generaciones.
No se mostró ingenuo. Por eso advirtió contra tres errores de perspectiva en los cuales se puede caer en esta lucha. El primero: subestimar el daño de estos fenómenos sobre los menores, trastornos psicológicos y comportamientos adictivos, a los cuales no están exentos de caer también los adultos. El segundo, pensar que bastan las soluciones técnicas automáticas, herramientas útiles, pero que nunca sustituirán un necesario compromiso ético. El tercero: caer en la «visión mítica» de la red como «un reino de libertad sin límites», en el cual nada se puede regular.
«Se trata de despertar la conciencia sobre la gravedad de los problemas, de hacer leyes apropiadas, de controlar el desarrollo de la tecnología, de identificar a las víctimas y perseguir a los culpables de crímenes, de ayudar en su rehabilitación a los menores afectados, de colaborar con los educadores y las familias para que cumplan con su misión, de educar con creatividad a los jóvenes para que usen adecuadamente internet –y sea saludable para ellos y para los demás menores–, de desarrollar la sensibilidad y la formación moral, de continuar con la investigación científica en todos los campos relacionados con este desafío», estableció el Papa.
La Declaración de Roma
Un desafío enorme, dictado por la magnitud del problema y la cantidad de gente involucrada, desde las sombras de la red. Según Caffo, en 2016 la Internet Watch Foundation localizó 57.335 direcciones de internet que contenían imágenes de abuso sexual sobre menores. Según el informe anual de Telefono Azzurro, el 60 % del material de pornografía infantil online actualmente es alojado en servidores de Europa.
En la mayor parte de los casos contados por los supervivientes que participaron en una investigación del Canadian Cyber Tipline, el abuso se inició antes de los 4 años de edad e involucró a más de una persona en el rol de abusador. Además, de acuerdo con estimaciones científicas, al menos el 23 % de los supervivientes de abusos necesitan de servicios de atención mental durante el resto de sus vidas. Por ello, Caffo dirigió un llamamiento a gobiernos e instituciones para que «se promulguen y apliquen leyes, tratados y protocolos específicos para la salvaguardia de los derechos de los niños y se prevenga su explotación en todas las formas». Un compromiso del cual no se pueden sustraer las empresas del sector: «Deben unirse a este esfuerzo, ofreciendo innovaciones y nuevas soluciones a nuestra lucha contra los traficantes y explotadores».
Un compromiso plasmado en la Declaración de Roma, un documento firmado por los asistentes al congreso y entregado en mano al Papa. Un llamamiento a la acción concreta de autoridades mundiales, gobiernos, líderes religiosos y empresariales. Una convocatoria a sensibilizar, a movilizar, a aumentar la cooperación global, a mejorar las legislaciones y los programas de cuidado para las víctimas, a bloquear el acceso de los menores a contenidos explosivos a través de internet y a promover la denuncia de todos los casos.
Y una promesa: «En esta era de internet el mundo afronta desafíos sin precedentes para poder cuidar los derechos y la dignidad de los niños y protegerlos del abuso y de la explotación. Estos desafíos exigen un nuevo modo de pensar y nuevos acercamientos, una más elevada consciencia a nivel global y un liderazgo inspirado. Por esta razón, la declaración llama a todos para que levanten en defensa de la dignidad de los menores».
Andrés Beltramo Álvarez
Ciudad del Vaticano
Artículo originalmente publicado en: http://www.alfayomega.es