En las últimas semanas -particularmente a partir de los desastrosos eventos sísmicos del pasado mes de Septiembre-, hemos escuchado a algunos políticos proponer algunas ideas para aparentemente canalizar dinero a los damnificados y obtener la aprobación de los electores. Hay particularmente tres propuestas: eliminar a los mal llamados “pluris”, suprimir totalmente el financiamiento público a los partidos y reducir el número de diputados en el Congreso de la Unión. Analicemos una a una estas propuestas en esta y en las siguientes entregas.
El nombre “plurinominal” o su equivalente coloquial “pluri” se refiere técnicamente a un sistema de representación, por medio del cual resultan electos en una circunscripción electoral como representantes o diputados dos o más de los contendientes: es decir, varios “nombres”, de ahí “plurinominal”. Por lo tanto, los diputados no son “plurinominales”, sino “de representación proporcional”; plurinominal es únicamente el sistema electoral. Los sistemas plurinominales o de representación proporcional (RP) son los más extendidos en el mundo de las democracias consolidadas de Occidente, con las excepciones de Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Estos sistemas de representación proporcional buscan reflejar en el parlamento, con sus resultados, la correlación de fuerzas del electorado de la manera más fiel posible. Es decir, la figura de representación plurinominal permite (casi) igualar el porcentaje de votos obtenidos con su porcentaje de escaños en el parlamento o congreso.
Este objetivo es claramente distinto al que buscan los sistemas de mayoría, que persiguen la formación de mayorías y el aseguramiento de la gobernabilidad. Debido a la ignorancia que tanto políticos, comunicadores y ciudadanos tienen en general sobre este tema, aunado al desprestigio de los partidos y de los políticos, la figura de los diputados de representación proporcional se ha vuelto sumamente impopular, por lo que es tentador para los demagogos proponer su desaparición, como acaba de hacer el PRI hace unos días. Es importante mencionar que este sistema electoral permite ampliar y mejorar la representación política en el órgano legislativo. En México tenemos la fortuna de poseer un sistema “segmentado”, es decir, una parte de los diputados es electa por mayoría y la otra, por RP. Como los sistemas de mayoría generalmente son muy desproporcionales, sin el sistema de RP tendríamos en nuestro país un fenómeno muy acusado de sobrerrepresentación del partido mayoritario en perjuicio de los demás partidos. Por eso es muy importante defender este sistema segmentado. Recordemos, por ejemplo, que en Inglaterra el Partido Liberal había llegado a ganar hasta el 20% de la votación general y no tenía ni una sola curul en el Parlamento. Esto es producto de la desproporcionalidad que provocan los sistemas de mayoría, aunado a la distribución geográfica de los votos de cada partido. En México, José Antonio Crespo ha calculado que, sin RP, el PRI, con un 30% de los votos, obtendría un 51% de los escaños. Curiosamente, algunos simpatizantes de MORENA también se manifiestan a favor de suprimir la RP, sin detenerse a pensar que, sin esa figura, en lugar de tener, como ahora, 35 diputados, sólo tendrían 17. Además, Michael Krennerich ha demostrado que la inmensa mayoría de las mujeres parlamentarias en el mundo entero acceden a su curul por medio de la RP, no de las contiendas por mayoría.
Es importante señalar que el sistema de RP no persigue en primera instancia garantizar la representación de los partidos pequeños o de todos los partidos, sino reflejar en el parlamento la correlación de fuerzas en el electorado. El hecho de que entren más o menos partidos depende de otras variables, como la magnitud de las demarcaciones electorales (es decir: cuántos diputados emergen de cada una de ellas), lo que se llama “barrera natural” y del porcentaje que la ley fije para que un partido pueda entrar al congreso (la llamada “barrera legal”). Así, mientras mayor sea el tamaño de la circunscripción (en México hay 5 de 40 representantes), mayor será la probabilidad de que resulten electos los candidatos de un mayor número de partidos. Si tuviéramos, por ejemplo, 20 circunscripciones federales de 10 diputados cada una, lograrían entrar al Congreso federal mayoritariamente los candidatos de los partidos más fuertes en la circunscripción respectiva. Sería entonces más probable que los chicos quedaran fuera.
Lo que no tiene sentido es mantener una lista de senadores de RP, ya que, por definición, un senador representa a su estado. El Senado es la representación de la voluntad política de los estados que conforman una federación. ¿A quién representan, entonces, los senadores de lista? Estos sí que salen sobrando.
El reclamo (infundado) de que a los diputados “pluris” no los eligen los ciudadanos podría quedar anulado si las listas de diputados de RP no fuesen cerradas, como lo son hoy en México, sino abiertas: es decir, que el voto de los electores determine el orden de prelación de los candidatos que aparezcan en la lista.
Como vemos, el asunto no es tan fácil como lo pretenden ver muchos comunicadores no muy enterados y políticos demagogos. Aquí también se refleja, desafortunadamente, el carácter “ranchero” y provincial del universo político y de opinión pública en México: muchos no saben lo que pasa fuera de nuestro país. Si la mayoría de las naciones democráticas del planeta prefieren el sistema de RP, ¿por qué aquí pedimos que desaparezca? ¿Por qué no mejor buscamos el problema en donde posiblemente esté? ¿No será que el problema radica en la deficiente democracia interna de los partidos, en los abusos de sus dirigentes y en nuestra incipiente cultura política, todavía no muy inclinada a la democracia, y no tanto en el sistema de representación?
Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Dirección de Posgrados en Ciencias Sociales
Grupo de Investigación en Ciencias Sociales (INCISO-UPAEP)