Muy buenos días autoridades y compañeros que el día de hoy nos acompañan en esta ceremonia cívica en la que conmemoramos la consumación de la independencia.
Hoy más que nunca es necesario recordar la importancia que este hecho tiene en la identidad de nuestro querido país. Hace exactamente 196 años, quedó sellada para siempre la Independencia de México, hace 196 años inició la construcción de nuestra propia historia como mexicanos, dejando de ser el Virreinato de la Nueva España para ser México: el país donde se quedó lo mejor de dos culturas.
En definitiva, nuestra nación se quedó con lo mejor de dos culturas: grandes tradiciones, costumbres, fiestas, valores y sobre todo, una gran identidad que hace que podamos sentirnos orgullosos en cualquier parte del mundo al ver nuestra bandera ondear. En resumen, como México no hay dos.
Hace casi dos siglos una generación de mexicanos quedaría grabada en la inmortalidad de la historia al emprender el camino de la Independencia como nación, sin embargo, ellos sólo hicieron lo que su época les exigió, no hicieron más que cumplir con la vocación de su tiempo. Ellos, los padres de nuestra patria, cumplieron cabalmente con la misión que les fue encomendada y es por eso por lo que hoy los reconocemos y los conmemoramos. Hoy 27 de septiembre de 2017, vale la pena preguntarnos: ¿cuál es la misión que México le exige a nuestra generación? ¿cuál es la misión que México le exige a los jóvenes universitarios del 2017?
Es un hecho que un país que vive añorando las glorias pasadas es un país que está destinado al fracaso, y con esto no me refiero a que no debamos conmemorar los grandes sucesos de nuestra historia, sino a que al momento de recordarlos necesitamos hacer memoria de dónde venimos y hacia dónde vamos. Hoy ya no podemos vivir añorando las grandes hazañas que se hicieron en el pasado, venimos tras los pasos de gigantes y tenemos que comportarnos a la altura, tenemos que ser una generación que engrandezca a México.
Estoy seguro de que las últimas tres semanas que hemos vivido quedarán grabadas para siempre en la historia de nuestra universidad, de nuestro Estado, y , por ende, de nuestro País. Nos dimos cuenta de que dos temblores no son nada comparados con nuestra solidaridad y hermandad. También nos dimos cuenta de que una compañera faltante puede sacar a más de cinco mil jóvenes de distintas universidades a exigir justicia y seguridad. Nos dimos cuenta del poder que tenemos para transformar la sociedad.
Compañeros, así como nuestra independencia tuvo un inicio en circunstancias particulares, los hechos vividos en las últimas tres semanas son el momento indicado para el despertar de nuestra generación, son el inicio de un gran movimiento que no podemos permitir que se quede dormido ¡no podemos permitir que el fuego que hoy arde en nuestros corazones se apague!
Hoy la tarea es reconstruir a México y con esto no me refiero únicamente a las víctimas del sismo, reconstruirlo significa cambiar nuestro sistema político –que cada vez nos damos cuenta que se encuentra más vencido y deteriorado-, implica resolver la gran deuda social que tenemos con la pobreza y la desigualdad, requiere ser personas que respeten las leyes y no se dejan corromper, nos motiva a construir instituciones sólidas, a vencer la apatía con la fuerza de la entrega y de un patriotismo que hace vibrar los corazones de toda una nación.
Hoy hace como dos siglos, México despertó en un septiembre…por eso, te invito a ti, ¡si! a ti que hoy me estás escuchando, que no duermas, que no sueltes todo eso a lo que te has comprometido en los últimos días; te pido que sigas comprometido con levantar a tu país, porque si sigues haciéndolo así, estoy seguro de que las siguientes generaciones nos recordarán como la generación que cambió a México.