Rusia. A fines de Junio, el imponente submarino ruso “Dmitri Donskoj” navegó a lo largo de varios países del norte europeo e ingresó al Mar Báltico, rumbo a San Petersburgo, en donde tomaría parte en un desfile naval. Se trata del mayor submarino nuclear del mundo, con una eslora de 175 metros y un desplazamiento de 24 500 toneladas. Su tripulación es de 150 a 180 hombres, y está armado con cohetes intercontinentales. Pero ¿por qué hablar de este enorme navío? ¿Sólo por su aparente potencia de destrucción? No; independientemente de este detalle, el hablar de este submarino nos permite darnos cuenta de ciertas características de Rusia y de sus fuerzas armadas. Por ejemplo: la enorme cantidad de tiempo que requiere ese país para echar a andar sus proyectos de armamento sofisticado. Dicho submarino, por ejemplo, fue diseñado cuando aún existía la URSS (1972). Casi 10 años después se integró a la flota, pero con muchísimas dificultades, pues al parecer no se pensó mucho en los enormes costos que un submarino de estas dimensiones acarrearía y en la infraestructura necesaria para apoyarlo. Después de estar en servicio algunos años, se le retiró de la vida activa hasta principios de este siglo, cuando se empezaron a llevar a cabo labores de modernización, que se llevaron 12 años, por lo que hace poco regresó a la vida activa. ¿Para qué sirve un submarino de tan enormes proporciones y ya algo viejo? En primer lugar, para impresionar; en segundo lugar, para tomar parte en paradas navales y para recordarle a la población rusa qué tan fuerte sigue siendo su país; en tercer lugar, sirve como una plataforma muy adecuada para probar nuevos cohetes, torpedos y otros sistemas de armas. Para comparar: un submarino francés de 14 000 toneladas (el doble de lo que pesa la Torre Eiffel pero la mitad de lo que desplaza el “Donskoj”) tiene proporcionalmente más capacidad destructora, pues puede llevar 16 misiles nucleares, mientras que la nave rusa, que es mucho más pesada, más cara, más costosa de mantener, más grande pero con tecnología atrasada, lleva 20.
Por el contrario, el crucero “Pedro el Grande”, navío igualmente propulsado por energía atómica, es un buque que sí tiene capacidades modernas de combate, aunque con las limitaciones propias de la armada rusa: por ejemplo, no tiene helicóptero a bordo, lo cual es algo impensable en países occidentales, al tratarse de un enorme desperdicio de espacio y privar a la nave del apoyo aéreo imprescindible en la actualidad. El buque tiene 252 metros de eslora y desplaza alrededor de 25 000 toneladas, con una tripulación de aproximadamente 650 marinos. Es el orgullo de la flota rusa.
El tercer gran buque de la armada rusa es un fiasco tan grande como el tonelaje que desplaza: se trata del portaaviones “Almirante Kusnezov”, ya bastante entrado en años (botado en 1985). Este portaaviones (el único que Rusia posee) desplaza hasta 67 500 toneladas, con 300 metros de eslora, casi 2 000 personas de tripulación y con capacidad para transportar hasta 50 aeronaves. Es el buque insignia de la flota, pero está plagado de problemas: por principio de cuentas, es imposible verlo en marcha sin que una enorme nube de humo negro que sale de sus chimeneas esté presente, como si quemara ocote en sus calderas. De hecho, se le conoce como “el barco de guerra más ruinoso del mundo”, y fue un verdadero milagro que hace poco llegara por sus propios medios hasta Siria. Y es que en el 2009 provocó un derrame de petróleo frente a las costas de Irlanda, en 2012, frente a Francia, simplemente sus motores se detuvieron, lo cual fue un enorme golpe al orgullo de la flota (y de Putin). Es tal la mala fama de este navío, que nunca navega solo: siempre va acompañado de remolcadores, por si acaso… Aquí está otra característica de Rusia y de sus fuerzas armadas: el “show” es primero. Lo importante para Putin era mostrar al mundo que Rusia también tiene un portaaviones, y por eso lo mandó a Siria, siendo que los trabajos de reparación en el astillero no estaban terminados. ¿Pero quién se opone a una orden y a los deseos de Putin?
Otros defectos considerables: a diferencia de los portaaviones estadounidenses, el “Kusnezov” no posee catapultas para lanzar al aire a sus aviones, sino que dispone solamente de una rampa para literalmente elevar al cielo a las aeronaves. Y mejor ni hablar de los baños para la tripulación.
Ante tal cúmulo de dificultades (que son costosísimas para las golpeadas finanzas rusas), el gobierno planea construir un portaaviones de alrededor de 100 000 toneladas (como los de los Estados Unidos), con capacidad para hasta 90 aviones, con catapultas y otras novedades técnicas. El pequeño problema: el único astillero de la antigua Unión Soviética con capacidad para construir un coloso así (y suponiendo que hubiese dinero para ello), está en Ucrania…
Por eso es que el “Kusnezov”, símbolo del poderío naval ruso, debe volver a los astilleros. El plan es repararlo a fondo, modernizarlo y hacer que su vida útil se extienda por otros 25 años más. A ver si para entonces las finanzas rusas mejoran un poco. Al problema económico hay que agregar detalles hechos en casa: la ocupación ilegal de Crimea provocó sanciones de Occidente, por lo que no se pueden importar turbinas de gas para mover a los buques; hay enormes problemas en la planeación de proyectos, mala dirección de los mismos, pésima moral de pago para liquidar a los proveedores y una marcadísima corrupción en el Ministerio de Defensa.
Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Dirección de Posgrados en Ciencias Sociales
Grupo de Investigación en Ciencias Sociales (INCISO-UPAEP)