Desarrollo humano y social
Actuar con inteligencia
01 diciembre Por: Alfredo Martínez Vázquez
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En el umbral del tercer milenio, nos han tocado vivir numerosos acontecimientos llenos de incertezas y problemas frente a un horizonte lleno de esperanzas. Todos ellos se presentan bajo formas de desafío a la paciencia y a la tenacidad humanas. Con grandes esfuerzos, hoy nos enfrentamos a la vorágine económica y a diversos conflictos sociales. Las economías crecen y bajan; la democracia, unas veces se consolida y otras veces dramáticamente retrocede. Aún quedan muchos problemas debidos a la crisis económica que se presentan como nuevos desafíos igualmente preocupantes. Los índices de desempleo y subempleo siguen elevándose; en muchas zonas de nuestro país se nota el desorden total de la seguridad y la corrupción continúa minando tanto la función pública como la actividad privada.

A pesar de los progresos económicos logrados, parece agravarse el terrible contraste entre los que poseen todo y viven en el consumismo desenfrenado y los que no tienen casi nada. A esos problemas se suman los grandes movimientos migratorios, la contaminación ambiental, el peligro de la destrucción del patrimonio ecológico, una carencia generalizada del sistema educativo y una desarticulación del núcleo familiar causada por la incorporación sin juicio de estilos de vida “diferentes”. Este proceso de deshumanización conduce a un empobrecimiento moral y espiritual de las personas y de los grupos sociales, especialmente de los jóvenes y adolescentes. Ello origina una grave crisis por la ausencia de valores en el campo de la ética, de la justicia, de la convivencia social y del respeto a la vida y dignidad de la persona, lleva a la desorientación, provoca desaliento y desesperanza, así como desconfianza en las instituciones. La salida a toda esa serie de situaciones es anhelada cada vez más por quienes piden el respeto y promoción de su inviolable dignidad de personas en todos los ámbitos de la sociedad.

Nuestro país ha sido bendecido con abundantes recursos naturales; cuenta con una población en su mayoría joven; dispone de gente capacitada en diversos sectores; todavía existe la posibilidad de una religiosidad arraigada y apertura a lo trascendente. Por eso, es hora de procurar un desarrollo que no sólo multiplique los bienes materiales, sino que también los ponga al servicio de la persona y de su libertad. Por tanto, el progreso debe realizarse en el respeto a cada hombre y a cada mujer concretos, en la protección de los niños y de los ancianos. Sin el cumplimiento de estos deberes de justicia, se corre el riesgo de que no haya desarrollo. Aunque son serias las dificultades e inmensos los desafíos, grande ha de ser también el empeño para afrontarlos.

 

 Ante un presente con incertidumbres y un futuro con interrogantes, habrá que actuar con inteligencia y generosidad, confiando en Dios que ama al hombre.

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