“El desánimo, como un estado de depresión nacional, es una amalgama que lo enturbia todo. La persona que lo padece no hace distinciones ni admite los matices necesarios”.
Enrique Krauze. Desaliento de México. En Letras libres.
(http://www.letraslibres.com/blogs/blog-de-la-redaccion/desaliento-de-mexico?page=0,1)
Decía bien el filósofo español José Ortega y Gasset que lo contrario de lo moral no es lo inmoral sino la desmoralización, que las crisis morales consisten en la baja moral, en la disminución o pérdida del deseo de vivir humanamente.
Esta es la situación que desde hace unos años padecemos con cada vez mayor intensidad en nuestro país. Vivimos en una sociedad desmoralizada, una sociedad que ha ido perdiendo progresivamente el deseo de vivir humanamente y se encuentra por ello inmersa en una situación de violencia en la que la vida vale cada vez menos. Esta realidad de baja moral social tiene muchas y muy diversas manifestaciones que experimentamos prácticamente todos los días.
En el número de mayo de la revista Letras libres, el historiador Enrique Krauze se ocupa del tema en un interesante ensayo titulado Desaliento de México y reflexiona sobre el proceso que a partir de la segunda mitad del siglo veinte ha venido generando este profundo malestar y desencanto social, los rasgos que caracterizan hoy esta especie de depresión nacional “que lo enturbia todo” y una posible vía de solución para salir de este estado anímico.
Krauze plantea en este trabajo que a pesar de que la llamada transición democrática mexicana ha traído consigo mejoras notables en la situación económica general, en el sistema político en que hoy vivimos y en la apertura de los medios de comunicación, estos avances no han sido suficientes para salir de la grave situación de pobreza y desigualdad que siguen marcando a nuestra sociedad, para generar una auténtica vida democrática con partidos políticos y actores políticos fuertes y transparentes y para construir una sólida red de medios de comunicación independientes y una opinión pública razonable y bien informada.
Además de la insuficiencia de los avances que se han logrado en el México de las últimas décadas, producto de la lucha de la generación del 68 y las que le sucedieron, las nuevas generaciones carecen –naturalmente y sin ser algo reprochable- de una memoria histórica que les permita valorar la situación actual en un contexto amplio que juzgue el proceso que hemos vivido como nación con los matices y distinciones necesarias para asumir una postura equilibrada respecto a nuestro presente y futuro.
“¿A qué se debe…la aguda inconformidad con el funcionamiento de la democracia?” se pregunta Krauze y plantea que si bien la falta de memoria histórica es una causa genuina, es una causa menor para explicar la situación imperante de desaliento que nos aqueja. La causa mayor dice el historiador y escritor “…apunta a tres palabras vinculadas en la imaginación pública –y en la realidad– con la política y los políticos: corrupción, violencia e impunidad”.
Son estos tres elementos: corrupción, violencia e impunidad, los que a los mexicanos de hoy nos han ido encerrando en un círculo vicioso que ha derivado en la desmoralización que hoy tiene a nuestro país en la inmovilidad y la total desesperanza respecto a la posibilidad de construir un futuro mejor para nosotros y para nuestros hijos.
En este panorama, la expresión clásica de José Alfredo Jiménez: “la vida no vale nada” se ha vuelto mucho más que un dicho que forma parte de nuestros mitos culturales nacionales o una expresión artística de nuestro sentir como mexicanos para volverse una situación real y tangible que puede palparse en la vida cotidiana.
¿Por dónde se puede encontrar la salida a esta situación de desaliento nacional? ¿Es posible encontrar una luz al final del túnel en el que hoy vivimos como país?
El ensayo nos plantea la necesidad de una transición generacional, la invitación a que los jóvenes de este país construyan una agenda independiente e innovadora que replantee el proyecto de nación que las generaciones que actualmente están en el poder han desgastado y llevado a este extremo de inviabilidad y de crisis profunda.
Regenerar nuestra esperanza a partir de la creación de nuevos sueños y la construcción de nuevas utopías desde la visión de las generaciones que aún tienen la frescura y la capacidad de pensar en escenarios alternativos y posibilidades de futuro para nuestra sociedad dominada por el desaliento.
La educación y especialmente la educación universitaria tiene un papel muy relevante que jugar en esta situación de desaliento nacional y ante esta necesidad de convocar a la construcción de una agenda joven e independiente que nos haga recobrar la energía vital como país. Como organizadora de la esperanza, la educación puede convocar, abrir espacios, organizar y encauzar la energía y la creatividad de los jóvenes para construir una agenda nacional renovada y renovadora de las estructuras económicas, políticas y sociales que nos ayuden a recobrar el deseo colectivo de vivir humanamente.
Como afirma este ensayo que recomiendo leer: “A fin de cuentas, nada nos urge más que recobrar el valor de la vida. El tiempo apremia, por otra razón alarmante: el avance de la descomposición moral”.
(http://www.letraslibres.com/blogs/blog-de-la-redaccion/desaliento-de-mexico?page=0,4 )