Cultura
El arqueólogo Eduardo Merlo explica los orígenes del Día de la Candelaria
06 febrero Por: Yolanda Jaimes
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[4 mil años A.C., con la cultura egipcia inicia la veneración a los niños.]

Dafne Ixchel Agüero Medina

Con la intención de mantener viva la fiesta popular del Día de la Candelaria, el Museo UPAEP y el Arqueólogo Eduardo Merlo ofrecieron una charla para explicar el origen y contexto de esta tradición.

El Arqlgo. Eduardo Merlo, recordó a los presentes que un antecedente de esta fiesta tuvo origen con los romanos, quienes dedicaron el 2 de febrero a Lucina, la diosa de la luz a la que le ofrendaban candelas de cera de abeja en su templo para que la luz no les faltara en casa.

“Es como lo que hacemos actualmente pero en distinta fecha. Nosotros vamos a bendecir nuestras velas cada inicio de año para tener cada primero del mes una vela encendida en casa”, destacó el Arqueólogo a manera de comparación.

Agregó que la diosa Lucina estaba asociada también a otra diosa que los romanos tomaron de los egipcios: la diosa Isis quien tiene en su regazo al niño Osiris ––quien posteriormente sería un gran Dios–– y a quien se le veneraba de pequeño.
Esta, dijo, es la referencia más antigua que se tiene de la veneración de niños divinos, pues en la fiesta, la gente solía llevar al templo pequeñas esculturas ataviadas con ropita nueva, es decir, vestían las imágenes.

“No hay nada nuevo, todo se fue adaptando a diversas circunstancias, pero cuando hablamos de Egipto, hablamos de unos 4 mil años antes de Cristo y ya se tiene consciencia de Osiris como niño divino, a quien le pintaban los cabellos rubios pues se le consideraba la encarnación del sol. Pasan los siglos, y cuando empieza el culto al niño Jesús, lo representan también con cabellos dorados como Osiris, pues Jesús, de acuerdo con los teólogos, nació el día en que emergió el sol de los romanos, el 25 de diciembre”, relató.

Por otro lado, comentó que los persas tenían la tradición de venerar al niño Mitra, que al igual que Osiris, era la encarnación del sol y tenía los cabellos dorados, y las personas también llevaban a bendecir imágenes de este niño al templo.

No solo los pueblos europeos o los pueblos del norte de África veneraban a niños dios, dijo, sino también en Teotihuacán donde a principios del siglo XX encontraron estatuillas que pensaban eran marionetas, pero con el tiempo, estudios detallaron que la articulación de los brazos y piernas era posiblemente para vestirlos, por lo que se trataba de imágenes de niños para venerar.

Po lo anterior, añadió el Arqlgo. Eduardo Merlo, en el mundo prehispánico los dioses eran venerados desde su infancia. Por ejemplo, Tezcatlipoca tenía un equivalente de barro en cualquiera de sus acepciones, blanco, azul, rojo y negro; la gente compraba sus figuritas quizás en el mercado, y luego la mandaba a vestir y lo llevaba al templo en la fiesta correspondiente.

“Muchas figuras se han encontrado, no solo en Teotihuacán, en Cholula, en Xochicalco, en la zona del Golfo, en Tajín. Lo único que hay de diferencia es que los rostros aluden al lugar en donde se encontraron pero no hemos cambiado, tenemos las mismas costumbres”, continuó el ponente.

Otra de las historias ligadas a esta tradición, reveló el Arqueólogo, es la Navidad con la llegada del niño Jesús y mostró al público una imagen de la Epifanía donde se ven los Reyes Magos llegando a Belén.

Sin embargo, el Arqlgo. Eduardo Merlo, aclaró que nadie tiene el dato preciso de cuándo nació el hijo de Dios ni en el calendario romano ni de Israel, no obstante, la cristiandad decidió establecer esta fecha un día antes de la fiesta del sol invicto ––como le decían los romanos––, es decir, el 25 de diciembre que es cuando el sol empieza a desaparecer.

Posteriormente, expuso a los presentes una imagen de la época de Fray Pedro de Gante, la cual muestra por primera vez a la Virgen María y al niño Jesús pero al estilo europeo, y es que dijo si hubiera sido a la manera indígena, éste hubiera estado recargado en la cadera de su madre y detenido con el brazo, que es como usualmente lo hacían.

En este punto, relató a los presentes una experiencia personal de una tradición yucateca en la cual se le pidió ser padrino en el Hetzmek, en donde lo particular de esta ceremonia es que el padrino monta en la cadera de la mamá al bebé y le obsequia regalos relacionados con lo que cree que el pequeño será cuando llegue a edad adulta, por ejemplo un maletín de doctor o algún objeto relacionado con lo que se cree será su futura profesión.

“Esta ceremonia representa el cuidado que se le pone a los niños. Estamos muy acostumbrados a estas ceremonias con infantes”, destacó.

Otra de las imágenes que presentó el Arqueólogo fue la Virgen de las Candelas o de la Candelaria, sosteniendo al Niño Jesús, que es la representación de América del Sur, con la vela muy adornada y un vestido ampón, en relación a la forma de las montañas femeninas sagradas que dan fertilidad.

El Arqueólogo Eduardo Merlo describió también que en el santuario de Copacabana, en los Andes, existe una tradición similar que se festeja también el día 2 de febrero, donde las personas hacen la gran fiesta igual que aquí, donde llevan a los niños vivos a bendecir y llevan también imágenes pero del niño Manuel, que es como conocen al niño Dios.

Agregó, “el 2 de febrero la iglesia conmemora la presentación del niño Jesús en el templo, es lo que ustedes encontrarán en el misal y en los calendarios, pero también la purificación de la Virgen María”, destacó.

Reflexionó que de acuerdo a la Ley de Moisés, las mujeres tienen la obligación de presentar en el templo a sus primogénitos 40 días después del parto, tal como María hizo ante el sacerdote Simeón, al presentarle a Jesús después de que éste naciera.
Finalmente señaló que la transmisión de aquella tradición egipcia donde se veneraba a Osiris, trascendió tanto que hasta los ortodoxos lo han practicado.

En tanto, la tradición de la Virgen de las Candelas, que vino desde España, enfatizó el Arqueólogo fue por el asombro de los indígenas por ver velas, que no se conocían en este lugar, pues aquí era usual el ocote para alumbrar.

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