El deseo por vivir una experiencia internacional hizo que Lolina desafiara las limitaciones económicas, superara adversidades y disfrutara el poco tiempo que la pandemia le permitió estar en el país sudamericano.>
Lolina Maldonado Guzmán, estudiante de Comercio Internacional había soñado con realizar un intercambio durante su paso por la universidad y pese a que había trabajado para autofinanciarse no contaba con los recursos económicos suficientes para hacerlo, así que decidió aplicar a cuanta beca pudo con tal de llegar a Colombia, un país que en el pasado le había dejado muy buena impresión.
Su determinación fue premiada con la beca Santander (50 mil pesos) y la beca FEMSAC (que cubría los vuelos de ida y vuelta), apoyos económicos que se sumaron al dinero que obtuvo por empeñar unas joyas que su abuela le dejó y con lo cual pudo completar el costo su intercambio.
“Cuando recibí la convocatoria resulta que tenía menos de un mes para reunir todos los documentos que me pedían así que tuve que coordinarme entre trabajo, escuela, exámenes. Me moví muy rápido y gracias al apoyo de la gente del departamento de Internacionalización, el proceso fue realmente fácil”, relató.
Y es que dijo, el proceso para realizar un intercambio es solo llenar formatos y tenerlos en las fechas indicadas.
“Pienso que cuando la gente dice que no tiene tiempo es porque realmente no tiene la motivación adecuada para lograr algo, falta de curiosidad en conocer más del mundo o miedo de estar lejos de lo conocido les paraliza”, especuló la joven de Comercio Internacional.>
Lolina ya había visitado Colombia previamente por un periodo muy corto, pero el suficiente para decidir que éste sería el lugar donde realizaría su intercambio. Allí, la Universidad del Rosario, una de las tres mejores universidades de Bogotá se convirtió en su casa de estudios donde cursó tres materias: ética, Comercio Electrónico y Mercadeo Internacional.
Aunque hubo un problema con la materia de Ética pues su programa de estudios la contempla en una plano general y Lolina tuvo que cursarla enfocada al Derecho, fue la materia que más le gustó pues el profesor impartía los temas con mucha pasión lo que hizo expandir su mente a temas que no tenía idea.
“Me alegra que la Universidad del Rosario estuviera entre las opciones que me dio UPAEP porque es una universidad muy buena, tiene profesores que genuinamente conocen de lo que están hablando” expresó. <p">Respecto a los colombianos, Lolina reconoció que son gente muy creativa, solidaria y proactiva.
“Al menos el ambiente en el que estaba yo, siempre era buscar, leer, aplicar a cosas nuevas; a diferencia de UPAEP están muy unidos entre carreras lo cual demuestra un compromiso mucho mayor en su futuro porque saben que se necesita de varias áreas para sacar cualquier proyecto adelante”.
En cuanto a la cultura, indicó, Colombia es muy parecido a México y a la vez distinto. Para empezar, la gente es muy amable y la sociedad mucho más abierta en comparación con Puebla, hay mucho orden, limpieza, la gente siempre busca beneficio para todos y tienen mucho esa cultura de equipo
“El choque cultural más fuerte que tuve fue al usar el Transmilenio, un transporte bastante demandado en Colombia, en una ocasión me tardé un poco en subir y la gente empezó a empujar porque tienen prisa, por poco y me caigo, pues manejan muy rápido. Aunque en general la gente suele ser muy ordenada hasta para hacer fila, nadie se intenta meter ni nada”, compartió Lolina.
En cuestión de gastronomía, a Lolina lo que más le gustó fue la ‘Bandeja Paisa’, un platillo típico de Medellín que lleva plátano, arroz, chicharrón, frijoles y aguacate, y el que no le gustó fue la “Chagua”, un desayuno típico que según su descripción es un caldo de leche con huevo y cilantro, algo que a las 7 de la mañana no le apetecía del todo.
Lamentablemente la experiencia de Lolina en Colombia terminó muy pronto debido a la pandemia. Un día planeaba un viaje de Semana Santa con sus compañeros de intercambio, y al siguiente éstos recibían comunicados de sus embajadas para que regresaran a sus países que la pensión se vació, sus clases se mudaron a formato virtual y ella tuvo que volver pues su mamá enfermó.
La desesperación por volver le hizo llamar a la Embajada para saber si existía alguna forma de que la regresaran en algún vuelo humanitario, le dijeron que sí pero que debían reunir a 50 personas para que procediera un vuelo de repatriación. Se comunicó con compañeros de intercambio de otras universidades para saber si les interesaba regresar a México y así pudo volver el mes de abril.
Me quedé un poco triste porque planeaba hacer más cosas, ir a la playa, conocer más lugares, más de mi escuela pero a la vez me siento bastante satisfecha de que sí pude irme. Además la universidad me deja con una idea muy diferente de lo que podríamos pensar, por su alto nivel. Me dan ganas de volver y despedirme adecuadamente pero sé que cuando vuelva me recibirán con brazos abiertos”, manifestó.
Pese a que las cosas no salieron como lo había planeado, Lolina asegura que aprendió muchísimo el tiempo que estuvo en Colombia, como andar en bici y a verle más de una cara a cada situación que se le presenta.
“Con el simple hecho de salir del país aprende uno muchísimo, no es una pérdida de dinero o de tiempo. Hacer tus trámites, saber cómo presentar tus papeles al momento de abordar, conocer otras personas, conocer de su cultura”, acotó.
En este sentido, Lolina invitó a quienes están interesados en realizar un intercambio a conocer el mundo que hay más allá del que conocen y a comprometerse con aquello que quieren para que se concrete.