La joven colombiana de la Universidad de la Sábana aprendió a ver la luz en la oscuridad y aprovechar lo que la vida le enseñó durante su intercambio en México.
Valentina Calderón Tovar eligió México y UPAEP para vivir su intercambio. Llegó de Colombia porque en su Universidad conoció a Marisol Villegas Ruíz, estudiante de Ingeniería Química a quién recibió en su país para que tuviera una grata experiencia internacional.
Su amistad se fortaleció tanto a lo largo del semestre que al llegar el momento de elegir a dónde irse de intercambio, la joven estudiante de Universidad de la Sábana no dudó en decidirse por venir a México pues es un país que siempre le interesó conocer.
Tenía planeado visitar muchos lugares, pero en marzo, después de regresar de Veracruz, se encontró con la noticia de que iniciaría la cuarentena y por lo tanto sus clases en UPAEP se mudarían en formato online.
En cuanto a las clases en línea, confesó, le gustaba más el hecho de levantarse muy temprano y terminar de despertar con el frío de la mañana que acompañaba con un jugo de naranja del vendedor de la esquina, sin embargo ha podido seguir sus clases en línea, a veces con interrupciones debido a la saturación de la red o caídas de la red eléctrica.
“Adaptarme sí fue un poco difícil porque siento que hay ciertas cuestiones que en persona funcionan mejor, por ejemplo los trabajos en equipo, coordinarse es un poco difícil por los tiempos de cada quien, porque cada quien tiene su propia rutina”, acotó.
Pese a ello, decidió quedarse en México con la esperanza de que las clases reanudaran de un momento a otro, el semestre terminó y Valentina sigue en Puebla, pues su vuelo programado para el 8 de junio le fue cancelado.
Durante este periodo de confinamiento también le tocó celebrar su cumpleaños por lo que su idea de festejarlo en grande rompiendo una piñara acompañada de todas las personas que había conocido se frustró, pues la mayoría son foráneos y tuvieron que regresar a sus casas, no obstante, logró sacar el mejor provecho a la situación y aprender a vivir con ello.
“Es una mezcla de sentimientos, es una sensación de tristeza y vacío por todo lo que faltó por conocer, pero quedé tan enamorada y encantada de la cultura y la gente que lo más probable es que regrese muy pronto”, aseguró.
Y es que entre los planes en este mes de junio estaba el que sus papás pudieran venir a México para que juntos conocieran Cancún, Guadalajara y Ciudad de México.
Tengo un sabor agridulce por lo que he vivido porque no pude llenarme de todo lo mexicano que quería llenarme. No obstante, he aprendido muchas cosas sin salir de casa, como el aprender a convivir con los demás porque uno está acostumbrado a vivir con gente que está modificada genéticamente para amarte pero la convivencia es muy buena; a cocinar, a organizarme y a valerme por mí misma al estar lejos de casa”, expresó Valentina.
De todo esto, Valentina agradece a sus papás el haberle permitido vivir esta experiencia porque aunque su mamá se preocupa demasiado por ella y la extraña, se han dado cuenta que esta situación también aporta a su persona.
“Han sido de los apoyos emocionales más bonitos que he percibido de su parte porque aunque se que mi mamá se preocupa de muchas cosas y me extrañan mucho allá, también se dieron cuenta de que estaba viviendo algo que me aportaba mucho como persona y me percibieron como una mujer autosuficiente capaz de enfrentarse a esta situación, ya que vieron que ya no era una niña y que pese a la situación y a que aún dependo principalmente económicamente de ellos, me ven como alguien más independiente”.
De su experiencia gastronómica en México, la joven colombiana reconoció “todo me encantó y hay cosas muy parecidas a la comida de Colombia, pero la gastronomía mexicana es increíble y creo que no podría elegir un platillo preferido porque me enamoré de todo. Personalmente me volví adicta a los tacos. Probé cemitas, chilaquiles, enchiladas, memelas todo me fascinó y aunque al inicio no comía salsa, al final hice callo para poder comerla sin miedo”.
Además, como parte de su carga de materias tomó una clase de Cultura Gastronómica le enseñaron a hacer tortillas desde cero, “hicimos tacos y mil cosas que sin duda terminaron de afianzar el amor que le agarré a la comida mexicana”, confesó.
Finalmente, Valentina invitó a los jóvenes que estén interesados en realizar un intercambio a hacerlo sin importar nada.
“Es una experiencia increíble e inolvidable que te ayuda a arriesgarte, ser feliz y hacer lo que te gusta. Aunque a mi me tocó una pandemia, no todo fue tan malo, porque aunque ya no podía ir a algunos lugares que quería, he logrado disfrutar y aprender cosas nuevas. Definitivamente un intercambio ‘normal’ debe aportar aprendizaje, sé que cuando las cosas se ven tan oscuras alrededor, uno aprende a ver las cosas buenas que tiene cerca y valorarlas. Finalmente se necesitan días oscuros para ver días de luz”.