El anhelo por que llegue ese martes, después del fin de semana largo, se ha prolongado a causa de la cuarentena y el aprendizaje de esta situación ha sido valorar lo que se tiene en el presente.
Al mal tiempo buena cara, nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde o después de la tormenta llega la calma, son quizá algunas de las frases más citadas durante esta cuarentena, y es que el día a día, la ‘normalidad’, ha cambiado para la mayoría.
La casa se ha vuelto el centro de operaciones de toda la familia, hoy el comedor, la cocina, la sala, la habitación, el jardín, el pasillo son los lugares más peleados para hacer la videollamada, para tomar clases, para la junta o para montar la oficina.
El día viernes, previo al inicio del confinamiento, compañeros y amigos se despidieron con la promesa de verse el martes, después del puente del natalicio de Benito Juárez, pero ese martes aún no ha llegado.
Ha tocado tomar clases en línea, poner al tanto a los amigos por videollamada de las últimas novedades en casa y aunque parecía fácil comunicarse a través de un dispositivo móvil, hoy no resulta tan buena idea pues lo que hace falta es ese contacto físico con los demás.
El aislamiento, ha sido un momento para reflexionar sobre el papel que la tecnología ha jugado en nuestras vidas, pero lo más importante, nos ha mostrado qué es lo realmente imprescindible.