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Discurso de la Ceremonia de Grado de Profesor Emérito, Don Manuel Díaz Cid
08 septiembre Por: Don Manuel Díaz Cid
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“El hombre más feliz del mundo es aquel que sepa reconocer los méritos de los demás y pueda alegrarse del bien ajeno como si fuera propio.” Goethe

 “Lo que habéis heredado de vuestros padres, volvedlo a ganar a pulso o no será vuestro.” Goethe

 Agradezco a la Universidad y al Rector Emilio Baños, por este reconocimiento como Profesor Emérito, sobre todo por esta oportunidad para encontrarnos, porque la Universidad es un “lugar de encuentro”. Veo muchos jóvenes a los que no he podido conocer aún y a otros menos jóvenes, con los que he podido compartir el trabajo y los ideales en nuestra querida Universidad.

La primera palabra que quiero dirigirles la tomo de nuestro ideario: “Quien es universitario lo es para siempre”. Poco a poco esta frase se ha ido convirtiendo en una convicción. Siempre he creído que la vida universitaria es una vocación; ahora lo sé. El deseo de la verdad, de buscarla y de compartirla abraza realmente toda la vida.

La segunda cosa que quiero decir es que, en este momento histórico, en la segunda década del siglo XXI, marcado entre otras cosas por una tendencia a la desinstitucionalización, la Universidad también resiste su propia crisis; y la tentación de las universidades es justificarse con intenciones que alejan de su misión primordial, que arriba he esbozado: la búsqueda y la comunicación de la verdad.

La naturaleza de la universidad lleva a señalarle su porvenir entregado a la reflexión y a la investigación; pero hoy, en plena crisis de la posmodernidad, la universidad está desafinada por las corrientes del pragmatismo que buscan el aplauso. Hoy cuando los intelectuales del mundo presumen que con el filo de su inteligencia puedan cortar en rodajas al universo, se olvidan de que este mismo hombre es capaz de alentar manifestaciones de la violencia que indican que la turbulencia nacida de la desconfianza se encuentra desbordando los terrenos propios de la ciencia invadiendo todo con argumentos materialistas, fácilmente disfrazados de inteligencia científica que conduce inevitablemente a una paralización de las reflexiones con el efecto de desequilibrar la razón humana dejando al hombre en vilo ante la nada.

En una época en que las verdades fundamentales en todos los órdenes son cuestionadas y descalificadas, viene también la presencia sólida del Papa Francisco que propone experiencias que están abriendo caminos nuevos para las grandes verdades en una corriente del pensamiento que lleva al hombre a quedar en vilo frente a Dios.

El himno universitario, Gaudeamus Igitur, recoge en un canto la alegría de la juventud y de la vida. Somos jóvenes pero pronto nos volvemos viejos; la vida pasa como en un cerrar de ojos.

Dice el Himno:

“Nuestra vida es corta, en breve se acaba. Viene la muerte velozmente, nos arrastra cruelmente, no respeta a nadie”.

Al llegar al final de un camino resulta importante mirar hacia el punto de partida. Revisando mi historia soy consciente de que aquella confrontación entre los movimientos Intermarium y los movimientos de la izquierda, como en particular el comunismo, fueron una pequeña parte pero muy importante en la lucha por organizar la sociedad civil, haciendo que nuestros propósitos se cumplieran en la medida de nuestras posibilidades, echándonos para adelante ante un mundo hostil que ya perfilaba el proceso desintegrador que estamos viviendo hoy.

Soñamos con un mundo en paz y con una universidad capaz de cumplir su cometido en el orden científico sin interferencia de otros propósitos que, aunque legítimos, no formaban parte del menú en la agenda de quienes nos acercábamos al final de una época y al reacomodo del mundo. Combatimos con el coraje propio de la juventud, pero fuimos afortunados al comprender que vivíamos el fin de una época y dimos los primeros pasos para construir las formas nuevas de la Ciudad de Dios.

Hoy, este camino que he recorrido tiene también los testimonios heroicos de quienes están convencidos de que la Presencia Divina ha visto con simpatía esta búsqueda por encontrar una doctrina que impulse, que arrastre y que defienda.

No me queda sino decirles adiós y al mismo tiempo hasta pronto. Deseo que disfruten sus años de estudio –que son los mejores en muchos aspectos- y que los recuerden cuando tengan que pensar en las generaciones que vienen detrás de ustedes para que, como yo ahora, les digan:

“Alegrémonos, pues, mientras seamos jóvenes”

 Muchas gracias. 

 

Ceremonia de Grado de Profesor Emérito, Don Manuel Díaz Cid

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