El Papa llama a la esperanza, a ver hacia el futuro, pero sobre todo a la corresponsabilidad, más que una herramienta programática este pacto es una fuerte herramienta paradigmática con grandes puntos de referencia para construir el desarrollo que necesitamos.
Renovar en sus cuestiones esenciales los procesos educativos que requiere nuestro cambio de época es el punto medular de este pacto educativo convocado por el Papa Francisco, así lo dio a conocer Martín López Calva, Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP.
Este proyecto, explicó, propone la constitución de una aldea de la educación que cree una red de relaciones humanas abiertas; dicha aldea debe poner a la persona en el centro, favorecer la creatividad y la responsabilidad para unos proyectos de larga duración y formar personas disponibles para ponerse al servicio de la comunidad.
“Me parece difícil negar la realidad de que nos encontramos en un mundo dominado por la egolatría, por el individualismo que se va manifestando en rupturas entre generaciones, pueblos y culturas, sectores minoritarios cada vez más ricos y los sectores mayoritarios cada vez más pobres entre hombres y mujeres, entre la economía y la ética, entre la humanidad y el planeta tierra”, mencionó el catedrático.
Explicó que estas rupturas son desgarradoras y no son solamente producto de la mala voluntad individual de algunas personas, sino que se han expresado y construido en estructuras socioeconómicas, en los gobiernos y en culturas que en lugar de promover el bien común contribuyen a la reproducción y agravamiento de estas separaciones que son el mal humano; estas fracturas nos hacen pensar que la salida tiene que ser por el lado de la educación entendida desde una perspectiva integral que incluya como eje central la ética.
Es justo en la necesidad de construir el bien humano que es indispensable trabajar de la operación a la cooperación, y en esto insiste el Santo Padre, en dejar de operar cada persona, cada institución, cada sector por su parte, la idea es generar auténtica colaboración porque la aldea educativa no la van a construir los gobiernos, sino más bien nosotros como sociedad.
“Creo que, a pesar de todos los signos de desesperanza de la actualidad, tendríamos que estar pensando en la educación como motor de la esperanza y en cómo todos cooperando podemos hacer que esa esperanza se vaya volviendo pequeñas realidades concretas de cambio”. Insistió el académico.
Este pacto -dijo- debe firmarse no en el discurso sino a través del testimonio y un trabajo que promueva los valores de cuidado, paz, justicia, bondad, belleza, de aceptación a los demás, de hermandad.
En este sentido, el Decano argumentó que actualmente vivimos una especie de dictadura de la felicidad en un mundo sumamente individualista en el que pareciera que la felicidad debe ser obligatoria y que el que no es feliz es porque no quiere, pero es un concepto de felicidad que responde a una egolatría.
“Me parece que el llamado del Papa debe responder a desmontar esa distorsión de la idea de realización y considerar que la felicidad no puede ser si no es con los otros, abriéndome a los otros, entregándome a los otros y ese es el acto educativo por excelencia, este ejercicio de introspección profundo, sistemático para poder ir desmontando esas distorsiones que nuestro sujeto que busca a toda costa pasado incluso por encima de los demás en un concepto de felicidad muy superficial y muy vacío”, sostuvo.
Finalmente, explicó que, para generar el cambio, se requiere una apuesta y una estrategia; por ello para llevar a la práctica este pacto educativo se requiere responder con la apuesta de creer que es a través de la educación que se puede transformar el mundo y poder generar ciudadanos del futuro, comprometidos con la fraternidad, la justicia y la paz, “eso es lo que ha faltado a nuestros países, una apuesta real por la educación y creer que ésta será el motor del cambio”.
A partir de esa apuesta se debe generar una estrategia de cómo construir inteligentemente redes de colaboración tratando de romper con nichos y competencia no muy racionales. Esta estrategia tiene que ir por una colaboración inteligente en la que todos puedan corresponsabilizarse de ese cambio.