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Objetividad y sobriedad, características de un político con vocación
07 septiembre Por: Fernanda Bretón
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Hoy la realidad del mundo nos invita a revisar cuál debe ser el papel del político para con su gobernados.

Ante una actualidad en donde podemos ver que los liderazgos actuales sobreponen en la mayoría de los casos sus intereses sobre el beneficio común, toma relevancia el poder revisar a los autores clásicos y poner su perspectiva del quehacer político y confrontarlo con el contexto que se vive hoy en día.

Durante la semana de Rectores que se desarrolla dentro del espacio informativo del comunicador Fernando Canales, el Rector de la UPAEP, Emilio José Baños Ardavín, retomó lo expuesto en el libro Weber y la política como vocación. Estudios y reflexiones a cien años de distancia, coordinado por Herminio Sánchez de la Barquera, Decano de Ciencias Sociales de esta institución educativa, para analizar las amenazas que se presentan en el ejercicio de la vocación política.

Con ello en mente, puntualizó que de no tener bien claro cuáles son los referentes y a quién se debe, puede caer en el mayor de todos los riesgos que es la vanidad, por ello es recomendable hacer una autocrítica y constantemente un ejercicio de conciencia.

“El vanidoso es aquel al que le encanta estar escuchándose a sí mismo, es aquel que está continuamente ponderando sus acciones en función de la aceptación, de las encuestas y es un riesgo tremendo que tenemos en nuestro país”, señaló Baños Ardavín.

Frente a lo visto en los días posteriores al informe del Presidente de la República, la vanidad es un riesgo evidente, pero más preocupante es la dosis de amargura que se puede vislumbrar en los planteamientos que han salido en los mensajes plasmado en los distintos videos, explicó el académico.

“El riesgo me parece cuando las cosas se manejan a capricho, en donde la gente tiene que estar leyendo al gobernante sobre cuál es su sentir o su humor, cómo va a interpretar las cosas, esa me parece una amenaza que, siguiendo el pensamiento de Weber, se convierte en una lógica autorreferencial que no debe estar presente en el político”, describió.

Lo que se requiere es objetividad y sobriedad en el ejercicio de esta profesión, el saber a quién se debe y saber que es un servicio temporal; lo que mejor le puede pasar es que la historia sea la que evalúe cuál fue el desempeño y aporte del gobernante y político a la sociedad a la que se debe, fue parte del análisis presentado por el Rector.

Infirió que la vocación del político se puede identificar en aquellas personas que están seguros de no doblegarse y desde su punto de vista “el mundo es demasiado tonto o demasiado pérfido para aquello que él desea ofrecerle; solo quien ante todas las adversidades sea capaz de anteponer todo ello, puede ser considerado un verdadero político”.

En palabras del Rector, es una posición permanentemente crítica respecto del estatus quo para realmente hacer ver que sí tiene algo que aportar y está dispuesto a defenderlo, esto es un síntoma de aquellos que tienen verdaderamente vocación a la política.

Ante ello destacó que hay dos perfiles que podrían amenazar el quehacer de la política, los burócratas o tecnócratas y los demagogos. Los primeros se centran en una mera administración de recetas preestablecidas vacías de ideales para perseguir la mejora de las condiciones sociales; gente que sigue fórmula, que no tiene alma en su propuesta y que le hace un daño terrible a las sociedades porque piensan que con esos mecanismos pudieran resolver lo que las sociedades requieren.

De los demagogos -dijo- el problema es que se caracterizan por dedicar sus discursos políticos a decir lo que las masas quieren escuchar, a generar promesas basadas en la mentira o que son imposibles de cumplir. Ambos se ven reflejados en la actualidad del país, reiteró.

Indicó hay que distinguir entre los políticos que viven para la política y quienes viven de la política, entre ellos hay una diferencia cualitativa muy importante. El que vive para la política, desde el pensamiento de Weber, es una persona que entrega su vida a la política, le da sentido en función de este servicio a la sociedad.

Además, recordó parte de las enseñanza de Don Manuel Díaz Cid, quien a dos años de su fallecimiento, aún nos sigue recordando en llevar a cabo un análisis profundo de los quehaceres de los políticos, de cómo las diferentes fuerzas se van dando y el sello personal de cada uno de los líderes en toda la historia de la humanidad y la responsabilidad que tiene de poner en su justa dimensión el aporte individual y su talento, pero enmarcado en ciertos referentes.

Cuya consecuencia, indicó, puede llevar a una nación a un declive como lo hemos visto en este siglo que ha transcurrido. “Ese es el reto que tenemos hoy y también como sociedad civil debemos tratar de poner las cosas en su lugar, de generar contrapesos y propuestas para balancear lo que está endeble”.

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