Stefano Zamagani, propone recuperar la economía civil como el paradigma que responda las paradojas que la economía política no ha podido resolver.
Recuperar el pensamiento de la economía civil, parece ser la respuesta a los problemas económicos que el pensamiento de Hobbes no ha podido resolver, es parte de la propuesta que presentó Stefano Zamagani, economista italiano durante su encuentro con diversos miembros de la comunidad universitaria.
La economía civil nació antes que la economía política, esta tiene sus orígenes en 1753, año en que la universidad de Nápoles creo la primera cátedra de economía, la cual fue denominada Cátedra de Economía Civil y fue impartida por Antonio Genovesi.
Hoy vivimos una época de paradojas, entre las que destacan las desigualdades y la pobreza absoluta, en donde el fenómeno del desempleo endémico es una de las principales preocupaciones; en que la utilidad va por encima de la felicidad; donde el deterioro del medio ambiente es una constante y que la presencia del individualismo libertario destruye la cohesión social; fue parte del planteamiento primario de este economista.
“La pregunta es pues, cómo resolver este tipo de paradojas, para ello hay que introducir la diferencia entre dos paradigmas en la economía, el paradigma de la economía política y el de la economía civil”, sostuvo.
Para poder entender cómo es que este nuevo paradigma funciona, Zamagani propone analizar cinco diferencias que se presentan entre la economía política y la economía civil.
En primer lugar, plantea que la economía política reconoce que cada ser humano es un lobo hacia el otro, esto implica que no puedo tener confianza en los demás, esta concepción va a ensalzar las formas de protección y se basa en el fundamento filosófico del individualismo.
Mientras que la economía civil percibe que cada persona es por naturaleza amigo de otra persona, por lo tanto, es una antropología optimista cuyo fundamento filosófico reside en el personalismo.
La segunda diferencia -dijo- se ve reflejada en la denominada tesis de la separación, la cual considera que en la sociedad hay tres esferas: la ética, que se ocupa de los valores; la política, que se ocupa de los fines que la sociedad tiene que obtener y la esfera económica, que se ocupa de los medios más eficientes para obtener los fines. En la economía política se aplica el principio del NOMA en que estos magisterios no se deben sobreponer.
Este principio no es válido para la economía civil, ya que plantea un diálogo entre la economía y la ética, “el economista debe conocer las diferentes teorías éticas y los elementos básicos de la estructura política de la sociedad”, afirmó.
Detalló que la tercera diferencia radica en el fin, mientras que para la economía política este recae en la maximización del bien total, para la economía civil es la maximización del bien común.
“Para comprender la diferencia entre el bien total y el bien común podemos decir que el bien total es la suma de los bienes individuales, mientras que el bien común es un producto, no la suma de los bienes individuales, por lo tanto, es una multiplicación. La interpretación es que desde la perspectiva del bien total lo que es importante es aumentar la cuota nacional; desde la perspectiva del bien común no se puede separar el momento de la producción del de la distribución; es aquí donde radican las desigualdades”, explicó.
La cuarta diferencia dice que en la economía política el objetivo es la utilidad y sólo se ponen en consideración los valores del mercado. En contra parte, en la economía civil el objetivo es la felicidad pública y esto está en función de algo complejo como los bienes relacionales, todo aquello que va más allá de lo que monitorizamos, que fortalecen la cohesión social.
El quinto punto recae en dos principios de la economía neoclásica, el cambio de equivalentes y el principio de distribución. El primero dice que hay que pagar el precio del mercado por los productos, el segundo habla sobre que el estado debe redistribuir a través del sistema fiscal la riqueza o ingreso para obtener o garantizar servicios fundamentales.
Zamagni indicó que aun cuando la economía civil acepta ambos principios, añade el principio de reciprocidad, el cual recae en el mismo entramado económico, “considerar más allá de lo que el individuo supone de su compensación con base a su contrato, sino sustentado en su entorno, en el esquema familiar y las necesidades que tiene para de cierto modo personalizar más la transacciones económicas”.
“Estas cinco paradojas de las que he hablado no se pueden resolver entre paradigmas de la economía política, ya que si ésta fuera capaz de resolverlas, lo habría hecho hace tiempo”, argumentó el economista.