[Cuenta con una sala dedicada a la situación de los migrantes en ese país.]
Como parte del ciclo de conferencias “Diálogos del Arte”, ofrecidas por el Museo UPAEP, Armando Perla, Curador del Museo Canadiense de los Derechos Humanos, compartió aquellos retos a los que se tuvo que enfrentar para montar exposiciones que ponía en tela de juicio la situación de derechos humanos de los migrantes en este país del norte.
En la charla “Abriendo las puertas del Museo Canadiense para los Derechos Humanos. Lo bueno, lo malo y lo feo”, el curador de origen hondureño relató a los presentes cómo surge el primer Museo Nacional situado fuera de la capital nacional.
“Es el último Museo que se abre en los últimos 50 años, y se abre en la provincia de Manitoba, Winnipeg. Fue un evento histórico y teníamos carta abierta para crearlo bajo el siguiente mandato: Explorar el tema de los derechos humanos como una referencia especial pero no exclusiva a Canadá a fin de mejorar la comprensión pública de los mismo, promover el respeto por los demás, fomentar la reflexión y el diálogo”, expuso el curador canadiense.
Con la anterior indicación, en 2009 y 2010, un equipo de 15 personas inició una serie de consultas públicas para saber qué historias eran las que los canadienses querían ver en estas salas; de dicha consulta, se deriva un informe que dio pie para realizar distintas propuestas para conformar las actuales galerías del Museo Canadiense para los Derechos Humanos.
Entre estas propuestas, estuvo la enfocada a la situación de los migrantes hispanos en Canadá, por lo que se inició una segunda consulta no pública, se invitó a investigadores, académicos, activistas así como trabajadores migrantes que estuvieran al tanto de la situación de este grupo vulnerable, pues el tema de los trabajadores migrantes en el país del norte es desconocido para muchos.
“En 1974 inicia el programa para migrantes mexicanos debido a que para ese entonces ya habían muchos trabajadores indocumentados en Canadá, y como solución a este problema, el gobierno abre este programa que antes era exclusivo para los países miembros de la Commonwealth y Jamaica, sin embargo, tenía una restricción, y es que éstos nunca van a conseguir la residencia permanente. Así tengan treinta o treinta y cinco años, jamás van a tener la oportunidad de convertirse en canadienses”, explicó Armando Perla.
Agregó que para documentarse en el tema, se acercó a investigadores mexicanos y canadienses quienes lo pusieron en contacto con comunidades de trabajadores, granjas, casas de migrantes y por 5 años recorrió el país para saber cómo querían que su historia se presentara en el Museo.
“Tenía una idea de lo que yo quería presentar, pero resultó que a ellos no les interesaba hablar del marco jurídico, les interesaba más el activismo en Canadá, querían que se hablara de los derechos de los cuáles eran víctimas, hablar de sus razones por las cuales estaban allí ––sus familias––, de la discriminación en los espacios de trabajo, el aislamiento por ser de color”, relató.
Agregó que a raíz de esta investigación, entendió que los migrantes en Canadá están amarrados a su empleador y dependen completamente de ellos. “Si un trabajador se enferma no lo va a reportar pues tiene miedo de que le quiten su permiso y lo regresen a México, no tienen ningún derecho a ningún tipo de educación, no aprenden ni inglés ni francés, lo que representa un grave problema, pues la mayoría de doctores o personal de la salud no habla español. Pueden ir al hospital pero no los van a atender pues no entienden lo que les está pasando”.
Así, luego de 5 años de trabajo de investigación por parte de los curadores, el Museo Canadiense de Derechos Humanos abre sus puertas con 12 salas, 10 de ellas permanentes, en Manitoba, Winnipeg.
La sala dedicada a esta exposición, está conformada por estatuas de trabajadores migrantes en hierro forjado, pues a decir de los connacionales, son invisibles a los canadienses. “Decían nadie sabe que estamos aquí, si hay estas estatuas entonces tendremos una presencia física. Además, las estatuas sostienen marcos de fotografías pues cada que me reunía con los trabajadores me sacaban la foto de su familia”, agregó el curador.
Otro de los íconos agregados a esta exposición fue una bicicleta, que simboliza el medio de transporte de los jornaleros y pertenecía a la primera granja que se sindicalizó gracias a la presión del consulado mexicano.
Y finalmente, la exhibición del Museo Canadiense de Derechos Humanos, presentó un video con el testimonio de 4 jornaleros, de quienes se aseguró que no tuvieran represalias por contar su caso, cuestión que se trabajó de la mano de activistas del área.