La familia es el lugar ético primario por excelencia, en ella reside la fuerza de regeneración moral de la sociedad y ha de gozar por ello de un derecho propio y primordial.
Para hablar de temas sociales, para hablar de proyectos políticos con una clara orientación al bien común, es determinante conocer a la persona humana, de lo que es su dignidad constitutiva por ejemplo, porque de lo contrario, no se podrán hacer políticas públicas orientadas al bienestar de las personas, expresó Roberto Casales García, Director de la Facultad de Filosofía de la UPAEP.
Indicó que si los políticos y representantes de un cargo público, no se ponen en el lugar de las personas que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad, no conocen las situaciones de los grupos marginados, no podrán generar políticas públicas que puedan atender sus necesidades.
Señaló que no se pueden generar políticas públicas para un solo grupo de personas, se deben pensar en que la sociedad es un todo integral y por consecuencia se debe atender a toda esta sociedad en su conjunto, es decir, atender las necesidades de la persona en su integralidad, lo que implica no solo hablar de aspectos materiales, económicos o aspectos de seguridad, sino también hablar de políticas que resguarden ciertas instituciones básicas fundamentales como lo es la familia.
En su intervención, Juan José Blázquez Ortega, investigador de la Facultad de Filosofía de la UPAEP, subrayó que pareciera que las personas asocian los proyectos políticos con aquellos planes y acciones que buscan el beneficio del país o comunidad política al que pertenecemos, como es el caso de un municipio, lo que supone que el sujeto y el centro que le da sentido a eso, es la persona humana y la sociedad es como su familia que genera y mantiene.
Abundó que los proyectos políticos son para las personas, para las familias, las sociedades que se constituyen en el ámbito de lo local y nacional. Y agregó, “tan es así que cualquier distorsión o falsedad en esta premisa de que lo fundamental son las personas y sus familias, tiene fatales consecuencias en la vida social y política. La realidad social destaca precisamente aspectos esenciales de lo humano que no pueden faltar y cuya defensa requiere de la protección del orden político”.
Blázquez Ortega indicó que lo contrario al reconocimiento de la dignidad humana, es lo que llamamos violencia e injusticia y toda persona en principio es capaz de reconocer la injusticia, sobre todo cuando es grave. Además de que cualquier persona también es capaz de rebelarse contra esa injusticia en nombre de la dignidad humana que es sujeto de la persona, de la que tiene conciencia.
Acotó que es importante recordar que ninguna persona pertenece al estado o mercado o a un grupo político. “La dignidad humana no existe porque se la otorgue el estado o algún grupo”.
Advirtió que hoy en día se puede observar de manera lamentable que las personas son absorbidas por estos ámbitos y pareciera que la disyuntiva actual es vivir como siervos u hombres libres, en donde destruir las premisas antropológicas fundamentales que se han mencionado, equivalen asimismo a crear una estructura de injusticia que violenta la dimensión interior de las personas, particularmente su conciencia y su libertad.
Juan José Blázquez enfatizó que la familia es el lugar ético primario por excelencia, en ella reside la fuerza de regeneración moral de la sociedad y ha de gozar por ello de un derecho propio y primordial.
“En la familia es en donde se reconquista la libertad interior, amenazada muchas veces por la presión social mediática o política. En la familia es en donde se reconoce por vez primera la dignidad humana; en donde se nos hace vivir en la verdad frente al poder. Porque en cualquier comunidad humana, sea familiar, laboral, económica o política, si no prevalece la verdad sobre la persona humana, como norma de convivencia y acción, lo que prevalece es el interés que utiliza a la persona, y en el fondo, lo que prevalece es el poder de dominio del más fuerte o más tramposo sobre los demás”, señaló Blázquez Ortega.
Por lo tanto, dijo que si existe el primado de la persona y de la familia en la sociedad y si en la familia existe el primado de la vida como inviolable, entonces los proyectos políticos y económicos de la nación deben ser en cierto sentido de interés primordialmente familiar, o bien, en todo caso, deben considerar siempre su obligación de satisfacer las necesidades de la familia.
Apuntó que los mexicanos todavía tenemos por delante mucho que construir, porque en caso contrario, al predominar la violencia y la injusticia, se puede dar paso a una estructura opresiva y destructora.
Por último, afirmó que el signo más elocuente de que se respeta la dignidad humana de la persona en la vida política es el de que exista una realidad viva de solidaridad común y como ejemplo tenemos el caso de los médicos que cumplen con su misión de servicio y por otro lado, tenemos a una población a veces es responsable y otras irresponsable en sus acciones y aquí se tiene que definir, o todos nos ayudamos o todos nos hundimos, porque lo importante son las personas, que no viven aisladas sino que conviven en sociedad.
La solidaridad humana con nuestros actos propios ahora que vienen elecciones, “nos toca votar de manera razonadamente y masivamente, porque somos sujetos de la construcción del país todos, no sólo los partidos políticos, y esta solidaridad se convierte en el primer acto de justicia social. Porque contrario a esto, seguiremos fomentando el conformismo que ha afectado al país por años, por razones culturales, por conveniencia o intereses particulares o miedo, no participamos, no alzamos la voz y no decimos lo que está mal o dejamos de hacer lo que nos corresponde como ciudadanos”, concluyó el académico.