Ante un mundo sumamente cambiante, merece la pena hacer una pausa y analizar los cimientos y bases del humanismo cristiano y cómo este ha contribuido al desarrollo de nuestra civilización.
Durante el segundo día de trabajos del Encuentro de Centros de Cultura, Monseñor Carlo María Polvani, Subsecretario Adjunto del Consejo Pontificio de la Cultura da continuidad a lo expuesto por el Cardenal Gianfranco Ravasi durante el acto inaugural de este evento, pero ahora bajo la mira de cómo es que el humanismo cristiano ha contribuido a la transformación del mundo.
Durante la conferencia titulada “Humanismo: desarrollos científicos y tecnológicos”, Monseñor en un primer momento, realizó una revisión sobre los hechos históricos que precedieron a la constitución de lo que hoy se denomina humanismo cristiano.
“Durante la edad media el cristianismo se definió sobre una de las grandísimas cuestiones fundamentales, esa cuestión es la analogía entis, esta trata de examinar si lo que sabemos de Dios tiene una conexión con lo que sabemos de los seres humanos. Conocemos la naturaleza de Dios por la revelación, que nos dice de lo que vemos de la naturaleza humana. El problema aquí es muy interesante porque distingue y une dos cuestiones sobre las cuales se fundan todas las civilizaciones, la cuestión del ser (ontológica) y la cuestión del saber (epistemológica)”, expresó el también Prelado de Honor de Su Santidad.
Destacó que en un inicio, los primeros cristianos tuvieron que empezar con una realidad del mundo judío y en esta realidad es que uno de los aspectos de la relación con Dios era una profunda cercanía indisoluble con su pueblo y al mismo tiempo una profunda alteridad. Con la encarnación de Jesús y la internación, esta tensión llega a un punto extremo y explicar eso a lo largo de los siglos va a crear esta civilización.
“El primero en tocar estos temas desde un punto de vista filosófico y teológico fue San Agustín, pero hay un brinco de varios siglos hasta cuando el occidente cristiano logra hacer de su reflexión un mecanismo sistemático, eso se lo debemos a San Anselmo y gracias a esas estructuras sistemáticas todos los debates pueden configurarse. El Beato Duns Scotus ha dado la solución a la Inmaculada Concepción”, añadió.
Bajo este contexto, explicó que lo que sucede después es que dos fuentes de civilización, la griega clásica y la judía ya cristianizada, se funden en una visión del ser humano ideal, y esta visión se queda con nosotros hasta la fecha; la cual ha influenciado toda nuestra percepción de la realidad, ha permitido desarrollos científicos y el establecimiento de otros tipos de construcciones sociales como la democracia, la cual no hubiera sido posible sin el Estado Moderno.
Por ello, mencionó, podemos retomar tres principios que serán base del humanismo cristiano y estos forman parte de los datos de la propia antología cristiana.
La primera cosa es que el hombre no nace de la nada hablando del concepto de la imagen de Dios en el hombre, es decir el ser humano por sí mismo no se limita a ser materia pura, es la imagen de su creador y esta distinción es única al ser humano en la creación. En esta realidad, el hombre tiene una dignidad inalienable.
El segundo es que tiene una unidad constitutiva, él es el único ser que une cosas que apenas pueden ser unidas (cuerpo, intelecto y alma) que implica su integración indisoluble y relacionalidad esencial.
Como último elemento indicó que precisamente porque viene de Dios y tiene un mecanismo integrado según un plan de Dios, el Ser Humano tiene un destino único en el universo que ni siquiera los ángeles tienen y ese destino es la lectura de la historia, ese es el humanismo cristiano.
Con esto en mente, agregó que, si bien estos tres principios se han mantenido a lo largo de la historia, también han entrado en crisis, por ello algunos desafíos al humanismo cristiano se pueden resumir en una constatación de una ciencia “sin inteligencia racional”; un desarrollo poderoso y exponencial de las posibilidades técnicas y la posibilidad de un Homo Deus; y la afirmación de corrientes filosóficas y científicas alternativas.
Por ello, sugirió que hoy debemos preguntarnos si somos humanistas o transhumanistas, esto sin perder de vista que el ser humanistas no significa negar las posibilidades de la ciencia, significa defender al hombre, porque precisamente las ciencias fueron creadas para su mejoramiento y generación de conocimiento y no para hacer de él un esclavo.
Nota del día
Ser humanistas no significa negar las posibilidades de la ciencia
24 febrero Por: Fernanda Bretón