[Vive la comunidad universitaria con gran intensidad y junto a sus padres, la misa en recuerdo de los estudiantes de medicina]
“Ximena amaba a México”. Sólo esas cuatro palabras pudo pronunciar Jorge Enrique Quijano Palacios, visiblemente conmocionado. Apenas unos minutos antes había concluido una misa por el alma de su hija y la de José Antonio Parada Cerpa, en la capilla de la UPAEP. Ahí, cientos de estudiantes, profesores, integrantes de la comunidad colombiana en Puebla y autoridades de la universidad se dieron cita, la tarde de este martes, para decir adiós a ambos alumnos de intercambio.
La celebración estuvo presidida por Felipe Pozos Lorenzini, obispo auxiliar de Puebla y se convirtió en un sobrenatural gesto de compañía para Jorge Enrique, su esposa Sonia Hernández Barreto, así como a los padres de José Antonio, Angélica Leonor Cerda y José Antonio Parada Fonseca. También se oró por el estudiante de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), Francisco Javier Tirado Márquez, y el chofer de la plataforma UBER, José Manuel Vital Castillo.
Las fotos de los cuatro, vilmente asesinados el fin de semana en el municipio poblano de Huejotzingo, fueron colocadas bajo el altar. Tras la misa, los padres –llegados de Colombia en las últimas horas- quisieron tomar la palabra y dirigirse brevemente a la comunidad universitaria. Angélica, madre de “Coty” (como le gustaba que le digan) agradeció a la UPAEP y a Puebla porque, afirmó, su hijo “aquí fue feliz”. “No nos llevamos ningún rencor ni mala imagen de Puebla o de México”, insistió.
E inmediatamente precisó: “De pronto necesitaban el encontronazo de unos extranjeros para que hagan algo y puedan construir la paz que necesitan”.
A unos pocos pasos, compañeros pasantes y médicos del Hospital General de Cholula, con gran entereza, apenas lograban contener las lágrimas. Varios de ellos colocaron rosas blancas junto a las imágenes de sus amigos, como si quisieran que un pedazo de ellos los acompañara, allá donde se encuentran.
“Nosotros, los adultos, les pedimos perdón, porque les hemos negado eso de una u otra forma, pero ustedes están llamados a construir un país diferente”, sostuvo el obispo auxiliar, Pozos Lorenzini, durante su homilía.
Reconoció que el tejido social “está totalmente resquebrajado” y que es urgente unirlo; “debemos de actuar con inteligencia, tenemos que buscar valores en la familia y salir al encuentro de los que están junto a nosotros”, siguió.
Más adelante, reiteró que la muerte de estos jóvenes no debe caer en la indiferencia, sino que debe hacer pensar en la situación del país, en la “violencia que ha ido subiendo y nos ha alcanzado de una u otra forma”.
Exigió a las autoridades que no se haga caso omiso de este caso, que no sea un número más. “No debemos caer en la indiferencia, ver en nuestros hermanos el rostro, la pérdida, no hay palabras para consolarlos, nos sentimos impotentes de decirles algo, solamente que estamos con ellos, que nos duele”, continuó.
Entonces, el obispo convocó a todos los presentes a comprometerse públicamente y proclamar, juntos, una promesa a Ximena, José Antonio, Francisco Javier y José Manuel.
“Les prometemos no quedarnos con los brazos cruzados, no caer en la indiferencia, queremos perdonar, queremos construir, queremos edificar un estado, una ciudad, un país donde haya paz, donde haya seguridad, donde el mal no tiene la última palabra”, apuntaron todos.
Al tiempo, el secretario general de la UPAEP, Antonio Llergo Victoria, tomó la palabra para dedicar un abrazo sincero y el cariño a los padres de los estudiantes y recordar, a todos, la esencia de la universidad.
Entonces, subrayó: “No somos una comunidad que se finque en el rencor y que deje llevar únicamente por el agravio, queremos ver siempre más allá. Confiamos en la justicia y confiamos también que Dios tocará el corazón de estas personas para su arrepentimiento”.
Nota del día
Con cercanía y conmoción UPAEP despide a Ximena y José Antonio
26 febrero Por: Fernanda Bretón