Hay que admitirlo. Ver así a la universidad da un poco de tristeza. Como si el Campus Central no hubiese sido diseñado para albergar el silencio y la quietud, una mañana cualquiera de un día de marzo. Por eso, descubrirla vacía de risas y voces alborotadas resume bien un tiempo que nunca imaginamos. Esta pandemia lejos está de ser un evento pasajero. Ya nos está poniendo a prueba y lo peor está por venir.
Pasar por el Barrio de Santiago ésta semana resulta un baño de realidad. Edificios resguardados, estacionamientos cerrados, cortinas bajas en muchos negocios cercanos. Apenas unos pocos colaboradores cumplen tareas imprescindibles en el campus UPAEP. Todos se exponen, dentro de la universidad y en los alrededores.
Vigilantes de cuerpos y almas. Cada mañana, el capellán padre Gabo, celebra la misa desde la Capilla Universitaria prácticamente para nadie. Pero no está sólo, del otro lado de la pantalla muchos lo acompañan a través de las redes sociales. A unos pasos de él, desde una pequeña cabina, Toño de URadio hace su magia. Es la de quien no se ve pero siempre está, y hace posible la transmisión.
Afuera de ese, nuestro mundo cercano, el gobierno acaba de declarar el ingreso de México en la fase 2 de la contingencia epidemiológica. Lo escuchamos en cada noticiario. Lo leemos en las informaciones que aparecen, una tras otra sin parar, en las redes sociales. En las pantallas de nuestros celulares.
La fase 2 implica contagio local y comunitario. En pocas palabras: cualquiera puede pescarse la enfermedad. Todos, sin distinción. Si algo caracteriza este virus es su efectividad al contagiar. Apenas basta un saludo, un abrazo, el roce con una superficie contaminada y hasta zamparse una gordita con la señora de la esquina.
Según la Organización Mundial de la Salud, hasta hoy se registraron más de 419 mil casos detectados en 186 países del mundo. Los muertos superan los 18 mil 700. Todo eso en apenas cuatro meses. Y lo que vendrá. Seguirán las muertes. Lamentablemente seguirán contándose por cientos, por miles; más nos vale estar preparados.
El panorama es de terror. Hay que asumirlo, no para ser presas del pánico sino para actuar con lucidez. Contra el Coronavirus no hay vacuna ni tratamiento conocido. Paradojas de la vida, en una época marcada por el individualismo el más eficaz, prácticamente el único antídoto contra este patógeno es la solidaridad. Imposible salvarse solo. Necesitamos del otro. Debemos estar unidos sin estarlo, ponernos de acuerdo sin poder saludarnos, combatir juntos sin siquiera tocarnos.
En UPAEP lo sabemos bien. Somos comunidad. La de todos los días, la que está ahí y te acompaña. No importa si eres estudiante, profesor, personal de servicio o administrativo. Somos los cercanos. El prójimo, dirían los cristianos de ayer y hoy. De ahí la suspensión de clases presenciales desde el 17 de marzo. La puesta en marcha de la más ambiciosa migración a plataformas digitales que la universidad jamás haya visto. De ahí las clases en línea, el esfuerzo de los maestros y tutores, de alumnos y directivos.
Entramos a una fase clave en esta contingencia.
— Emilio J. Baños (@RectorUPAEP) March 25, 2020
Por ello, sé solidario.#QuédateEnCasaUPAEP pic.twitter.com/jgwhu4u9Ht
Es tiempo de dar un paso más y seguir cuidándonos. La mejor forma de ser solidarios es quedarse en casa. Simplemente. Una cuarentena voluntaria, dictada por nuestras conciencias. Es impedir lo más posible la circulación del virus. De ahí el #QuédateEnCasaUPAEP. Una invitación a protegernos todos juntos, con las herramientas que tenemos a mano.
En tanto otros cuidan la universidad. Desinfectan muros y pisos, sanitizan vehículos y edificios. Especialistas, como la doctora Dulce de Salud Universitaria, responden sin cesar la línea directa 24 horas de atención médica. Y atienden consultas de todo tipo. Provenientes, incluso, de otras ciudades de México.
Mientras, el silencio en los pasillos de los edificios A o B, los rayos dorados del sol que ya no bañan a los estudiantes en las mesitas del edificio T, el Nido que ya no ruge con el coraje águila una tarde de partido o las pantallas oscuras de los equipos en el Centro de Cómputo, nos recuerdan que nuestra “alma mater” sigue ahí. Y que no vivimos un momento cualquiera. Es el tiempo del bien común, una época de compromiso mutuo. Es el tiempo de la solidaridad. Por eso, #QuédateEnCasaUPAEP.
Andrés Beltramo Álvarez
Director de Comunicación y Relaciones Públicas UPAEP
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