Fue durante los mandatos de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles que la Iglesia Católica sufrió una persecución que históricamente se ha llegado a conocer como la Guerra Cristera o Cristiada.
El Papa Pío XI, dedicó cinco Encíclicas al conflicto mexicano, dentro de Inquis Afflictisque, su Santidad, se refirió a este hecho como: “Unos pocos han quitado la libertad a la mayoría, sin ninguna consideración para con los ciudadanos y sin ningún miramiento a los méritos de los antepasados”.
Durante este periodo se vieron muestras de fe por parte de laicos y religiosos los cuales no renegaron de sus creencias católicas. Este es el caso de José Sánchez del Río, adolescente que fue canonizado por su Santidad Francisco el pasado 16 de octubre en el Vaticano.
Al momento de ser martirizado Joselito, como lo llamaban en Sahuayo estaba por cumplir 15 años, sólo faltaban dos meses, era un chico maduro, quizás más de lo que un chico de su edad, esto se notaba en la fuerza con la que vivió su humanidad y su fe cristina, mencionó el Padre Fidel González Fernández, postulador de la causa de José Sánchez del Río y miembro del equipo postulador de la causa de Don Vasco de Quiroga.
“En este sentido supera los parámetros de cualquier adolescente porque demuestra una fortaleza como el ejemplo clásico de la Biblia: los Macabeos, en el libro del mismo nombre cuando se nos cuenta el martirio de los hijos, quienes se mantuvieron firmes en la fe y no mostraron temor ante los tormentos, prefiriendo sufrir torturas muy agudas y duras antes de renunciar a su fe en el Dios único y verdadero que profesaban los hebreos ante las amenazas del paganismo de aquella época”.
Contexto histórico
Para poder entender el proceso del martirio de José Sánchez del Río es importante tomar en cuenta el contexto que en ese momento se vivía en México. En la encíclica Acerba Animi Anxitudo, Pío XI, describe parte de las Reformas establecidas por el entonces Presidente de la República Plutarco Elías Calles
“…Aunque proclame la Constitución del Estado Mexicano que los ciudadanos tienen la libre facultad de opinar lo que quieran, de pensar y creer lo que gusten con manifiesta discrepancia y contradicción dispone que cada uno de los Estados federados de la República señalen y designen un número fijo de sacerdotes a los que se permita ejercer su ministerio y administrarlo al pueblo… Ahora bien en el Estado de Michoacán se ha decretado que sólo haya un sacerdote para 33,000 fieles, en Chihuahua uno para 45,000 en Chiapas uno para 60,000 y en Veracruz uno sólo para 100,000”
El Padre Fidel mencionó que este hecho histórico comienza a desarrollarse durante los años azarosos y duros de la persecución anti católica en el México (primeras tres décadas del Siglo xx) donde el catolicismo y la iglesia católica son objeto de contraste y persecución por parte del régimen político que entonces gobernaba el Estado Mexicano.
El historiador Jean A. Meyer en su libro La Cristiada: el conflicto entre la Iglesia y el Estado estableció que el enfrentamiento nace de la existencia de un Estado volátil, cambiante, frágil frente a una Iglesia fuerte, estable, instalada en la continuidad.
“La reforma quería hacer de la organización religiosa un asunto de administración pública y de las cuestiones religiosas cuestiones políticas, lo cual era muchos más grave que confiscar los bienes eclesiásticos; la idea de los reformadores de dar leyes a la iglesia en su organización y en la práctica, para que fuese conforme al nuevo régimen político, tuvo como consecuencia hacer de la reforma religiosa una cuestión fundamentalmente política”.
Ante estos hechos, explicó el promotor de la causa de José Sánchez del Río, los católicos mexicanos encabezados por los Obispos de entonces pedían solamente una cosa: un derecho fundamental que ningún Estado puede negar, puesto es un derecho natural: la libertad en su diversas expresiones y sobre todo la religiosa; la cual es el fundamento de todas la libertades porque a la persona a relacionarse con el misterio, la trascendencia, es decir con Dios. “Si me niegan este derecho fundamental me niegan todos los demás derechos”.
De igual forma el Presbítero González Fernández, agregó que sobre todo donde la lucha por estos derechos se llevó a cabo de manera más fuerte, fue en los estados del centro de la República, mismos que en la historia contemporánea de México fueron la cuna de la independencia: Michoacán por ejemplo, Guanajuato, Jalisco; “en esos estados se ve que había una sensibilidad particular sobre los derechos a la libertad religiosa”.
Ante los atropellos, persecución, asesinatos, torturas y condenas sin un juicio y limitación del ejercicio del ministerio hacia los católicos y sobre todo los sacerdotes, el Papa Pío XI en su Encíclica Iniquis Afflictisque mencionó:
“…que preferían abstenerse del público ejercicio de sus sagradas funciones; y que por lo tanto el culto, que no podía ejercerse sin los sacerdotes, quedaba totalmente suspendido a partir del último día del mes de julio de 1926… celebran misa en privado; miran por las necesidades espirituales de los fieles en la medida de sus fuerzas y fomentan a mantener el fuego de la piedad… sin embargo, se hacen irrupciones en las casas donde los sacerdotes están celebrando, y se viola irreverentemente la sagrada eucaristía, y los mismos sacerdotes son llevados a la cárcel”.
Es en este punto que se llega al cénit del conflicto cristero y el momento en que la molestia de algunos creyentes se ve manifestada ya no de manera pacífica sino armada, es el tiempo histórico que le toca vivir a Joselito, un pequeño de apenas 14 años .
Joselito
“José fue un buen amigo; nos veíamos donde jugábamos, no era peleonero; era muy amable…Aunque era de buena familia, él se llevaba con todos sin importarle que fueran pobres o ricos, él jugaba con todos. Era muy piadoso, todos íbamos a la iglesia”.
El promotor de la causa, narró que dos hermanos de José Sánchez del Río mayores que él (Macario y Miguel) se habían juntado con los cristeros y entonces este joven deseó unirse a ellos, a la Cristiada para segur sus pasos, pero lógicamente sus papás se oponían dada su joven edad, lo mismo que se oponían todos los amigos y familiares, incluso los mismos jefes de los cristeros.
El martirio de Anacleto González Flores fue un aliciente más para que Joselito insistiera en su admisión en las filas cristeras, dentro de Sangre y Corazón de un Pueblo II podemos encontrar un testimonio que narra este hecho en particular.
“¿De dónde sacó tanta gallardía este niño, inocente como Tarsicio y valiente como Sebastián? La resolución de marcharse a la lucha brotó de su peregrinaje a la tumba de Anacleto González Flores. Le pidió ser un mártir como él”.
El Exmo. Cardenal Surez Inda, refirió una frase que Joselito dirigió a su madre como un recurso para logar su permiso para unirse a las fuerzas cristeras en la que se puede notar la fuerte fe que lo motivaba por defender la fe católica, logrando así su beneplácito para sumarse a la lucha.
“Mamá, nunca como ahora es tan fácil ganarnos el cielo”- José Sánchez del Río.
Joselito logra ser aceptado por los líderes de la Cristiada no como un combatiente activo sino como el porta estandarte de la bandera de México en el medio de la cual había una imagen de la Virgen de Guadalupe y el que tocaba el clarín, explicó el Padre Fidel.
En este tenor el sacerdote agregó que en estas situaciones en un combate entre los cristeros y los federales, al capitán o jefe de los cristeros que mandaba este grupo le derriban el caballo y el cae , ante la amenaza de ser prisionero, Joselito le ofrece su propio potrillo y le dice “sálvese usted, yo no sirvo para nada, usted sí, usted es el jefe es mejor que se vaya con los otros” y es entonces que él y otro chavo que venía también de la zona de Sahuayo que después sobrevivirá caen presos Es en este momento en que comenzó el martirio de este joven católico.
El martirio
Uno de los hechos que llama la atención de este martirio, agregó el Cardenal de Morelia, es que el capitán encargado de las tropas Federales y cacique de Sahuayo a quien fue entregado después de ser encerrado en Cotija, era el padrino de Primera Comunión de José Sánchez del Río.
Pío XI se refiere a los mártires mexicanos en su Encíclica Firmissimam Constantiam. “Nos da la esperanza de días mejores para la Iglesia Mexicana, la cual, reanimada con tanto heroísmo y sostenida por las oraciones y sacrificios de tantas almas escogida, no puede perecer, antes bien, florecerá más vigorosa y lozana”.
En Cotija, el General Guerrero lo reprendió duramente por combatir contra el gobierno y ordenó se formara el cuadro de fusilamiento, pero antes le preguntó si quería alistarse entre sus soldados a lo que contestó ¡Primero muerto! Yo soy su enemigo ¡fusíleme!, narró el padre Fidel.
Una vez aprendido en Cotija y pasado este episodio, es trasladado y entregado en Sahuayo al diputado y cacique local Rafael Picazo, quien como ya se comentó anteriormente tenía un parentesco con Joselito y lo encerró en la parroquia de Santiago Apóstol, donde fue bautizado y llevó a cabo su Primera Comunión.
El Cardenal refirió que su padrino le ofreció varias oportunidades para huir y en todas las ocasiones se negó a aceptarles.
En este mismo sentido, el Padre González Fernández mencionó que le ofrecieron la libertad a cambio de que al igual que los Macabeos renuncie a la fe católica y le ofrecen mandarlo a estudiar al Colegio Militar de México, que pudiese escapar hacia los Estados Unidos, todo esto no lo acepta, y dice :
“Yo no vendo mi fe, mi fe es para defender la libertad religiosa a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe como la reina de México, no está en venta mi fe por ningún privilegio ni por ninguna libertad que ustedes me ofrecen, la única libertad es la de Dios y por Él prefiero morir a traicionarlo”.
Ante estas negativas por parte de José, el Diputado Picazo pide a los padres una especie de rescate con valor de cinco mil pesos de oro de aquella época.
Uno de los testimonios encontrados en el texto Sangre y Corazón de un Pueblo II se puede leer:
“Estaba a punto de obtener su libertad esperando el papel de la Secretaría de Guerra y Marina [por eso] lo dejaron libre dentro del templo. Entonces el siervo de Dios vio que el diputado Picazo tenía unos gallos en el altar mayor de la parroquia y el siervo de Dios los mató y al preguntarle por qué lo había hecho, contestó que la casa de Dios no era gallera. Este hecho agravó la situación y disgustó mucho al diputado y ordenó que lo mataran”.
Dentro del libro escrito por el Promotor de la causa, se puede encontrar la carta escrita a su tía al momento de que le es anunciado el día 10 de febrero su sentencia de muerte.
“Sahuayo, 10 de febrero de 1928. Sra. María Sánchez de Olmedo.
Muy querida tía:
Estoy sentenciado a muerte. A las ocho y media se llegará el momento que tanto he deseado. Te doy las gracias por todos los favores que me hiciste, tú y Magdalena.
No me encuentro capaz de escribir a mi mamacita, si me haces el favor de escribirle a mi mamá y a María S.
Dile a Magdalena que conseguí con el teniente que [me] permitiera verla por último. Yo creo que no se me negará a venir.
Salúdame a todos y tú recibe, como siempre y por último , el corazón de tu sobrino que mucho te quiere y verte desea.
¡Cristo vive, Cristo reina, Cristo impera! ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!
José Sánchez del Río que murió en defensa de su fe.
No dejen de venir. Adiós”
El Cardenal explicó que cerca de las once de la noche le desollaron los pies con un cuchillo, y lo obligaron a caminar a punta de golpes desde la parroquia de Santiago hasta el panteón, sin embargo Joselito sólo gritaba vivas a Cristo Rey y a Santa María de Guadalupe .
A esto el padre Fidel agregó que a lo largo de su camino fue dejando huellas de sangre, al momento de su peregrinar al panteón gritaba ¡Viva Cristo Rey, Viva la Virgen de Guadalupe!, en uno de esos momentos un soldado le rompe con la culata del fusil la mandíbula y los dientes, sin embargo los vivas seguían saliendo de su boca y entonces de rabia el capitán, oficial que mandaba a los soldados le pega un par de tiros en la sien y así muere .
La enseñanza
El padre Fidel mencionó que los jóvenes universitarios deben de aprender de Joselito; que la fe no se vende, que la fe es pública, que no es simplemente un sentimiento religioso para algunos momentos de la vida.
“Tiene que estar como amasada en la fe, que es la levadura que nos hace vivir y que en momentos determinados de la vida sobre todo momentos arduos y difíciles las tenemos que expresar, que no podemos dejarla en una ambigüedad”.
Agregó que esto puede llevar al martirio que quiere decir en griego: testimonio sellado con la propia vida y la propia sangre, entonces diríamos un ideal inmensamente que corresponde a lo que la persona quiere, es decir el derecho a la libertad.
“Si hay una cosa que queremos todos y los jóvenes lo dicen es la libertad y la verdadera libertad es la que viene de Dios, que te hace un hombre maduro”.
Por su parte el Cardenal expresó que los jóvenes tienen vocación a una fe valiente, generosa, hoy las adversidades son diferentes, quizá la persecución es más sutil pero se requiere amor a Cristo y decisión para perseverar y dar testimonio de Jesús en la vida diaria.
“Quizás el martirio no es cruel pero para la iglesia de hoy sigue habiendo una misión martirial, lo que quiere decir dar testimonio de Jesús con sacrificio a Cristo, que implica ir contra una corriente, un ambiente de alguna manera adversa a nuestra fe”.
Señaló que para la Iglesia en México es motivo de acción de gracias pero también es inspiración de una toma de conciencia y dar gracias porque tenemos un pasado que es nuestro patrimonio como Iglesia: el testimonio de los mártires y esperamos que como dice un dicho: la “sangre de mártir sea semilla de cristianos”.
Para finalizar les pide a los jóvenes de la UPAEP reconozcan que no se trata de alguien que queda simplemente en la historia pasada de México sino como alguien que hoy tiene algo que decir a los jóvenes a través de su ejemplo de conciencia.
Añadió, que para Joselito la vida fue tan grande y tal valiosa que vale la pena darla por una causa que es la fe, en este sentido creo que vale la pena que hoy los jóvenes tengan esta conciencia de libertad y valentía “mi bienestar es al servicio, la ofrenda a mi comunidad a mi pueblo por dar testimonio de que Jesús sigue siendo el dueño de mi vida porque pagó el precio de mi rescate dando su sangre, la redención eso es”.