Entrevistas
Un día de abril de 2021
19 abril Por: R.C. P.H.
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¿Podemos llamar “vida” a lo que está pasando? No hace mucho recordaba en mis adentros la penosa existencia que hasta hace poco he cargado sobre mis hombros para caer en la cuenta que padezco lo que muchos de ustedes, conciencia.

La “vida” de la que hablamos pareciera ser un triste espectáculo, la esperanza, esa herramienta que forja las almas y sirve de excusa para evitar el desaliento, se ha convertido en aliada tanto de la nostalgia como de la ansiedad, es decir, de nuestro pasado y nuestro futuro. La esperanza, aquella luz que brillaba en nuestros ojos, se ha convertido en un leguaje igual de ordinario y vulgar como el nombre con que nos presentamos al mundo. La esperanza por una vida lejos del confinamiento nos hace mantener hermosos paisajes de colores mate.

¿Qué espera la esperanza? ¿Qué esperamos realmente? Quizá nos hemos adaptado, acostumbrado a vivir bajo estas circunstancias –y digo “estas” no solo refiriéndome a la pandemia, todo lo que nos rodea son circunstancias- quizá nos adaptamos tan bien que hemos desarrollado un mundo nuevo entorno a ellas, al punto, en que la esperanza ya no es salir sino mantenerse de alguna manera tal y como estamos.

¿Qué espera la esperanza? Veo al gato de mi vecina saltar entre los techos ¿Nosotros saltamos de una esperanza a otra? Quizá la esperanza nunca muere porque siempre es suplantada por otra, mejor dicho, nunca se nos dice que muere, solo que persiste, que hay, que existe.

En el devenir de la esperanza nos podemos topar con una desilusión, muchas veces lo que espero nunca se cumple, y es que podemos malinterpretar la esperanza como un deseo que ha de cumplirse a capricho de infante berrinchudo. Al final del día, la esperanza es lo que es, una espera, un “ojalá” ¿Cómo se vería entonces la vida de todos nosotros en torno a un “ojalá”? ¿Podemos nosotros soportar viviendo, no bajo deseos, sino con base en esperanzas? Habrá quien diga que es lo más triste, fundar una vida en una esperanza, en algo totalmente incierto, inútil e improbable, pero, así es la esperanza. Esperanza de vivir, esperanza de sobrevivir, todo se juega en un albur misterioso donde ninguno de nosotros tiene partida ni cabida.

Nos acercamos el término de un semestre como siempre incierto, pero con preocupaciones y modalidades distintas, muchos se han hartado o han hecho gala de su estupidez para romper el confinamiento o ciertas normas de sanidad demostrando así que se ha perdido la esperanza para llegar a los hechos concretos. Si lo hemos descubierto al fin, hemos de hacer uso de esta dinámica tarea de ser nosotros mismos algo más que una esperanza, porque la esperanza quizá no muera, pero nosotros sí.

Con esta conciencia de lo incierto, de inclusive lo absurdo que puede resultar el día cotidiano, hemos de preguntar frente al espejo, hemos de confrontar al reflejo y ver en esos ojos que se parecen a los nuestros ¿qué estoy esperando?

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