Entrevistas
Mis límites ¿Utopía o realidad?
06 abril Por: María Isabel Ascención Medina
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Hace unos días un par de amigos me contaban sobre las injusticias de la vida que pesan sobre ellos, uno en el ámbito profesional, otro en el personal. Me sorprendí porque poco a poco me he ido educando sobre cómo ser cauta con lo que escucho.

Y es que ya tenía un buen rato que no percibía tanto lamento junto. Sucedió entonces, que además de interrogarme qué de este tema resonaba conmigo, observe y medite sobre la posibilidad de que en esos mensajeros hubiera un mensaje para mí también.

Empecé la introspección sobre como la queja - o conversaciones similares- no son ya tan recurrentes en mi día a día. Puede ser que sospeches que selecciono a mis amigos, que no los apoyo, que ya no me tienen la confianza para “quejarse”, o que a todos nos va super bien, sé que al paso de las letras obtendrás tus propias conclusiones.

Aunque en mi visión creo saber estar con ellos y para ellos (amigos, familia, conocidos, etc.), solo que ahora lo hago cuidando mi equilibrio, porque para amar infinita e incondicionalmente parto de amarme de la misma forma a mí, evitando que mi energía se fugue.

Dicho de otra manera, todo aquello que no se alinea con mi proceso de desarrollo, para lo que no tengo interés, dinero o recursos, puede presuponer un desgaste innecesario si no existen los limites sanos adecuados.

Con ello me refiero a que un límite es implementado para honrarme a mí misma, jamás para ofender a otros. No obstante, una persona sin la madurez adecuada podrá equiparar los límites con el rechazo; esto es muy común por los apegos y las heridas de la infancia, teniendo en cuenta que es justo en la niñez donde recibimos la mayoría de nuestra programación.

Por ejemplo, si tu no querías convivir con un familiar en especifico y te dijeron que tenias que saludar de beso o quererle, se invalidó tu decisión, tu derecho no se respetó. Asociaste de manera inconsciente que si ponías límites podrías no ser correspondido por otros como castigo a tu “atrevimiento”.

Quizá se gestó el miedo a dejar de pertenecer e intercambiaste la complacencia por la validez y ahora confundes poner barreras con poner límites, que definitivamente tiene funciones contrarias Consideremos que al compartir y ser solidario podemos caer en trampas generadas por nuestro desconocimiento hacia nosotros mismo, por lo que cualquier otra persona o situación puede influir en nuestro comportamiento.

Así que crear límites para ti mismo, implica saber cuánto quieres dormir, cuántas veces te iras de vacaciones, cuántas horas te expondrás a una pantalla de teléfono o de televisión, cuántas veces te chequearas con un médico, cuántas horas moverás tu cuerpo y harás ejercicio, no hay un decálogo o manual, más bien es una tarea de descernimiento.

Fundamentalmente esto consiste en distinguir las opciones que no nos sirven de las que sí, por tanto, el desarrollo de estas competencias blandas necesita un lapso-espacio de confianza, donde resarzamos el desdibujamiento que hemos aceptado por no herir la susceptibilidad de otra persona, pues como ya vimos nos “enseñaron” que estaba mal.

Bajo las máscaras de la complacencia y la condescendencia escondimos nuestro temor de disgustar a otros por ser quienes somos, no queremos sentirnos excluidos, haremos lo posible por seguir en el juego, y así es como hay quienes aceptan excesivas cargas de trabajo, o que dan de más en un noviazgo, etc., es decir las cosas se desbalancean, se aleja de lo sano y podemos llegar a la toxicidad.

Lo bueno es que, contra todo pronóstico, los limites son el esfuerzo incomodo, pero necesario para mantener lazos, porque si ya no los quisieras simplemente los cortas. La incomodidad es generada por la tensión de tener que elegir, por la evasión en la que buscas ganar tiempo; a pesar de ello, la invitación es que te atrevas a tener preferencias, a que elijas y que reconozcas asertivamente tus derechos, los que tenemos en común tú, yo y debería tener todo el mundo.

Tienes derecho a ser tu prioridad, a cometer errores, a ser el juez último de sus sentimientos y a aceptarlos como genuinos, tienes derecho a cambiar de opinión, a expresar tu opinión, a responder o no hacerlo; tienes derecho a reflexionar, a tomarte tu tiempo o a pedir ayuda, como también tienes derecho a no tomar los consejos de los demás.

Más aún, tienes derecho a estar solo pese a que los demás quieran tu compañía, tienes derecho a no justificar tus acciones ni es necesario que des explicaciones. No lo olvides, sobre todo porque habrá quien quiera arremeter estas libertades.  

Aquí es donde debes recordar que los limites se comunican, pero no se negocian, pon tus reglas, y si tu precepto es ignorado establece la consecuencia, como optar por cortar la relación, o bloquearle por un tiempo, alejarte por un tiempo de esa persona o situación, etc.

Dicho lo anterior, me cayó otro veinte; a estos amigos no los había visto hace tiempo, es decir, no los había involucrado en la dinámica sobre mis límites, porque con el resto, puedo escuchar lo que no les late, pero mi energía no se fuga porque les he sabido transmitir que es importante que hablemos de sus temas, pero que en determinado momento hablaremos de algo que me guste a mí, que eleve mi energía o simplemente algo más liviano.

Cabe señalar que tendremos que hacer uso de la empatía como un recurso de firmeza necesaria, dado que ya sabemos que, en la mayoría de los casos, los límites no son recibidos con agrado, y que si queremos sostenerlos, debemos aprender a no anestesiar las emociones, ni en la otra persona ni en uno mismo.

Las emociones son un mensaje que se decodifican con la aceptación, por ello, quien pone límites se caracteriza por no sentir miedo, en especifico a la soledad o al rechazo. En consecuencia, esta persona puede vivir con la certeza de que las personas que pertenecen a su vida solo pertenecen, es decir, no están obligadas a encajar.

Ósea que dejas fuera de la ecuación el tener que moldear tus acciones u opiniones, porque moldear es volver al uso de las máscaras; una vez que hayas hecho tu trabajo personal bajo la mirada del amor propio, para no mal interpretar los límites con la aprobación, estas listo para tener relaciones mucho más sanas, gratificantes y de crecimiento mutuo.

El resultado es que desde esta confianza plena y asertiva puedes abrir la puerta, y estar listo para una limpieza relacional en tus diferentes roles. De ahí que, en pro de mantener tu estabilidad emocional, ya no necesitas sacrificarte para que alguien se quede. 

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