[Cursó un semestre de intercambio en la Universidad de Sao Paulo, una de las 200 mejores del mundo.]
“Mi interés por conocer Brasil surgió desde niña. Mi papá es melómano, le encanta todo tipo de música y cuando hacíamos viajes familiares siempre ambientaba con canciones de Roberto Carlos, luego me empezó a gustar el bossa nova, otros artistas brasileños, inicié clases de portugués por mi cuenta y tiempo después decidí realizar mi intercambio en este país”, relató Leticia Espinosa Alfaro, estudiante de octavo semestre de Medicina, quien cursó un semestre en la Universidad de Sao Paulo.
Originaria de Michoacán, y con antecedente de vivir en otras cinco ciudades al interior del país Leticia quiso abrirse camino para realizar su especialidad a través de una de las 200 mejores universidades del mundo sin importar que los tramites de visado fueran tan complicados.
“Quise hacer algo diferente, por el idioma pude irme a España, pero quería irme sola, quería un reto y como me gustan mucho los idiomas me hice la promesa de aprender bien portugués. Siempre me gusta empezar de cero y explorar”, confesó.
Aunque al principio fue un verdadero reto el adaptarse al idioma pues los brasileños son bastante celosos con su lengua, la estudiante de Medicina se esforzó lo suficiente para cubrir el estándar de los oriundos le exigían
“Son muy celosos de su idioma, si no lo hablas bien se enojan o te corrigen, incluso los indigentes lo hacen, querían que hablara como ellos, de hecho cuando llegaba gente de Rio de Janeiro los paulisanos odiaban su acento. Además, aunque la Universidad era pública, lo equivalente a la UNAM en México pero con puros niños ricos ¬¬––pues son quienes tienen acceso a las mejores escuelas y por lo tanto con la mejor preparación¬–– tenía compañeros que eran hijos de políticos, de empresarios, petroleros, así que eso me exigía a hablar correctamente”, continúo.
Otra historia relacionada con las manías mexicanas que causó controversia en el país del sur fue el uso común del uniforme medico, hecho que aunque en principio le causó conflicto a Leticia, pudo justificar al sumergirse en la cultura de su país anfitrión.
“En una ocasión me quedé un rato más con el uniforme y todos se te quedan viendo horrible, te dicen picotera ––que son los que venden palomitas––, creen que te sientes superior por traer la bata. Aquí el uso de la bata te da estatus pero allá está súper penado que la traigas o que entres a los lugares públicos como restaurantes, pues es antihigiénico y en eso tienen razón, aquí no tenemos consciencia de ello”, agregó.
Como parte de su experiencia académica en la materia de Ginecología, tuvo la oportunidad de desarrollarse en el hospital y cubrir horas donde fue parte de varias cesáreas y partos.
“Revisé como ocho bebés que alcanzaban su peso, vi niños con sífilis, cosas que aquí no he visto, síndromes increíbles que hasta la fecha sigo investigando qué eran. Aprendí demasiado y finalmente logré hablar correctamente portugués, incluso las pacientes terminaban contándome su vida”, expresó.
Así mismo, aprendió el lenguaje para tomar correctamente la información relacionada con los pacientes pues de ese lado del mundo todo lo abrevian. “Tenía que hacerlo tal como me lo decían ellos y los nombres sí son un poco diferentes, al principio era difícil, pero gracias a los internistas logré tomar notas en la forma adecuada”.
No obstante de los contratiempos y retos que tuvo que pasar, Leticia asegura que si tuviera la oportunidad de regresar a Brasil lo haría sin dudarlo, aunque tiene en mente vivir otra aventura en Italia o Portugal, pues hizo muchos amigos de estos lugares quienes la invitaron a ir a estudiar allá.
Y es que una de las cosas que aprendió en Brasil es que nunca es tarde para nada pues compartía clases con gente de más de 30 años, incluso un señor de 86 años realizaba su internado.
“Eso me llamó mucho la atención, un chico por ejemplo hablaba muy bien el español, francés, inglés, son muy cultos. También me sorprendió cuando hacían fiestas, pensé que era como aquí que lo común es ir al antro, y no, ellos mismos hacen la música, uno de mis mejores amigos toca como veinte instrumentos y a mí me daba pena que dejé las clases de piano”, refirió.
Leticia comentó que estar fuera del país le hizo darse cuenta que los mexicanos nos conformamos con muy poco, por lo que hace falta salir y ver la burbuja en la que vivimos. “Estar en ese ambiente te obliga a aprender más, a no conformarse con lo que ya se sabe, a no perder el tiempo en bobadas y pensar a futuro y no solo en lo inmediato”.
“Con este viaje cambié mucho como persona, ya era independiente pero hice todavía más, quizá me volví un poco más egoísta me la pasaba en el hospital o conociendo la ciudad, era dueña de mi tiempo, todo lo hacía a mi ritmo y el regresar te obliga a depender de otras personas, me descontroló un poco eso, pero ya tomé ritmo nuevamente”.
Finalmente recomendó a quienes están interesados en realizar un intercambio, a retarse y a buscar algo diferente, no ir a los lugares a donde los amigos irán pues pueden perderse de experiencias únicas e irrepetibles.
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13 febrero Por: Yolanda Jaimes